11 enero 2024

Poemas dedicados a Federico García Lorca

                     


      

       I. En la Vega de Granada

En la Vega del alma, lamento su danza,

donde duende y luna danzan un compás.

En la tierra morena, susurra el jazmín,

y en cada rincón, el cante del flamenco.

 

Bajo la luna negra, el ciprés se inclina,

testigo de secretos en la noche gitana.

Gime el viento entre olivos, como un lamento,

mientras el río canta la pena del amante.

 

En la calleja estrecha, sombras se abrazan,

y los claveles rojos sangran en el patio.

La guitarra llora, desgarrada y profunda,

como el corazón que se entrega al destino.

 

Federico, en la bruma del tiempo eterno,

tu eco resuena, poesía que no muere.

 

 

     II.  Bajo la luna de Granada                                           

Bajo la luna de Granada,

donde, los suspiros danzan,

flor de la noche encantada,

sueños en la alameda avanzan.

 

Gitano canta en la sombra,

llanto de guitarra perdido,

las lágrimas del alma asombra,

eco de un amor prohibido.

 

En la Vega, la tierra llora,

olivos susurran secretos,

la pasión en la noche aflora,

en los jardines del silencio.

 

Entre calles empedradas,

donde el cante se desgrana,

Federico, tu voz aclamada,

resuena en la noche gitana.

 

 

     III. En la noche de pasión                                               

En la noche de pasión y luna clara,

donde el alma danza al compás del viento,

susurra el corazón, en dulce encanto,

versos que emanan del amor sediento.

 

Bajo la sombra de los olivos,

donde el silencio abraza la penumbra,

se entrelazan las almas, dos destinos,

en un baile etéreo, como la espuma.

 

Entre suspiros de la noche estrellada,

se funden los cuerpos en un abrazo,

como la tierra abraza a la semilla,

nace un amor que en el alma trazo.

 

Labios que se encuentran en la penumbra,

un susurro, un secreto compartido,

como las hojas que el viento despeina,

se enredan dos almas, unidas, perdidas.

 

Oh, amor que florece como la flor,

En el jardín secreto del deseo,

Lorca, testigo de este romance,

Pinta con palabras el lienzo del anhelo.

 

 

     IV. Tierra sedienta de pasión                                       

En la tierra sedienta de pasión y cante jondo,

brotan susurros de amores como ríos del corazón.

Bajo la luna, testigo de secretos profundos,

se trenzan los destinos en un baile apasionado.

 

En los campos de la noche, suspiros se entrelazan,

como ramas que buscan el abrazo de la aurora.

Laberintos de deseo se tejen entre las sombras,

y el viento susurra versos de amor y añoranza.

 

En el jardín de los amantes, florecen rosas rojas,

guardianas de promesas que el alma susurra.

La guitarra llora notas de un amor eterno,

mientras el eco del tiempo enlaza dos destinos.

 

Bajo el hechizo de la luna, los amantes se encuentran,

se abrazan con fuerza en el misterio de la noche.

Federico, en el aire, deja su huella de poesía,

y el amor perdura en la esencia de esta melodía.

 

 

 

     V. Tierra de pasión ardiente                                          

En la tierra de la pasión ardiente,

donde la Luna danza con el viento,

se despiertan susurros en la noche,

bajo el manto de un amor sediento.

 

Entre olivos y jazmines suspira,

un romance que el alma enreda,

laberinto de sus ojos profundos,

donde el corazón su esencia hereda.

 

En Granada, donde el sol se rinde,

se teje un lazo de fuego y ternura,

brotan versos de la fuente eterna,

donde el deseo enciende su fulgura.

 

Bajo la sombra de los cipreses,

se funden almas, se enlazan destinos,

como Lorca en su duende vibrante,

se revela el amor, sublime y divino.

 

 

     VI. La danza del crepúsculo                                 

En la danza del crepúsculo, susurra  el viento gitano,

bajo la Luna llena, un amor desengañado.

En Granada encantada, entre sombras y desvelos,

se teje un romance eterno, en versos y destellos.

 

Sus ojos, dos luceros, reflejan el duende ardiente,

en las callejuelas estrechas, el amor es un torrente.

Entre susurros de jazmín y pasión que se desgrana,

el corazón late a compás, como guitarra gitana.

 

Bajo la peineta de la noche, se abrazan las almas errantes,

como poetas clandestinos, en susurros amantes.

En los patios ocultos, florece el sentimiento,

como claveles rojos, en un ardiente viento.

 

Las fuentes murmuran secretos de antiguos amores,

mientras las estrellas pintan versos en los albores.

En el duelo de la ausencia, la nostalgia se desborda,

como ríos de añoranza en la tierra que abraza.

 

Así, entre guitarras y claveles de sangre,

se escribe este poema, en el alma que embriaga.

Federico, testigo de amores y desvelos,

En el lienzo del tiempo, su poesía revelo.

 

 

     VII. La huerta del alma                                           

En la huerta del alma, brotan suspiros,

entre olivos antiguos, se esconde el encanto.

Llanto de guitarra, lamento de río,

en la noche estrellada, danza el quebranto.

 

En la feria del corazón, bailan las sombras,

farolillos de deseo iluminan el sendero.

La Luna, testigo mudo de pasiones nobles,

en el jardín del querer, florece el misterio.

 

Bajo el hechizo de la luna menguante,

susurran los cipreses secretos del amor.

Laberinto de caricias, entreabre el instante,

dos almas entrelazadas, danzan con fervor.

 

Federico, en el viento, deja su rastro,

versos de amor eterno, en el alma grabados.

En el rincón de la nostalgia, se tiñe de oro,

La esencia del querer, un poema enlazado.

 

 

     VIII. Canta el cante jondo                                          

Bajo la luna de Granada danzan sombras,

Entre olivos susurran secretos nocturnos.

En el silencio del Albaicín,

se viste la noche de mantos oscuros.

 

Guitarra triste, llanto en las calles,

Canta el cante jondo, lamento profundo.

En la plaza, un eco de pasiones antiguas,

se entreteje en la danza del gitano vagabundo.

 

Cautivo en la red de la Alambra mágica,

el alma errante se pierde en sus muros.

Entre azahar y jazmín, susurra  el viento,

poesía escondida en cada rincón seguro.

 

En el río Darro, reflejo de estrellas,

Se bañan las penas de amores eternos.

Federico, en la pluma de la noche,

teje versos que laten como sueños etéreos.

 

Oh, poeta de la tierra encantada,

en el corazón de Andalucía floreces.

Tu poesía, como fuente eterna,

Se funde con el alma que en tus versos enloqueces.

 

 

                                  

     IX. Historias de amores                                               

Bajo la luna de Granada brillante,

donde el duende danza en el aire vibrante.

En campos de olivos, susurran secretos,

poesía que brota de sueños inquietos.

 

Gitanos que cantan con voz apasionada,

en noches flamencas, la  pasión desatada.

La luma derrama su luz sobre el río,

Testigo de amores, eterno desafío.

 

En la Vega murmuran los vientos antiguos,

historias de amores, de suspiros y trigos.

Se abrazan las sombras en la calle estrecha,

Donde el cante jondo al alma estremezca.

 

Bajo el cielo andaluz, lleno de misterio,

resuena el eco de un amor sincero.

Federico, en la brisa, su poesía palpita,

Un canto eterno que al corazón imita.

 

 

 

     X. Idilio desbocao                                     

Bajo la luna, en noches flamencas danzantes,

sus ojos, estrellas en cielos morenos,

gitana de pasión, en giros serenos,

teje hechizos con risas resonantes.

 

Entre lunares y claveles amantes,

tu boca, cante jondo de desvelos,

susurra secretos como ríos llenos,

y en cada verso, amor eterno implantes.

 

Bajo el olivo, testigo callado,

nuestro idilio danza con viento y fuego,

como jara en el aire, desbocado.

 

En la feria del alma, un juego ciego,

dos almas, dos palmas, enamorado,

te canto, gitana, mi eterno ruego.

 

 

 

       XI. Dos almas se encuentran                                         

En la tarde ardiente, bajo cielos de Granada,

dos almas se encuentran, en la danza esperada.

Susurran sus miradas, secretos enlazados,

como ríos que cruzan, destinos entrelazados.

 

Él, con ojos profundos, reflejo de la noche,

Ella, en su mirar, estrellas que brotan derroche.

En la plaza se cruzan, se entrelazan sus pasos,

como hojas que danzan, al ritmo de abrazos.

 

Entre sombras y luces, se teje el romance,

Cuerpos que se buscan, en un eterno trance.

Bajo la luna testigo, se declara la pasión,

Como versos que se escriben, su eterna unión.

 

En la Alambra susurran, los suspiros del deseo,

como cante jondo que eleva su anhelo.

En Granada se escribe, este poema encantado,

donde dos almas se encuentran,  en un amor sellado.

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario