Historia de Talará:
Desde sus orígenes hasta la actualidad
Talará, una localidad situada en el corazón del Valle de Lecrín, en la provincia de Granada, España, es un enclave con una rica historia que se remonta a épocas prerromanas y que ha evolucionado a lo largo de los siglos hasta convertirse en la capital administrativa del municipio de Lecrín. Su nombre, derivado del árabe ḥārat al-ʿarab («barrio de los árabes»), refleja su herencia musulmana, pero su pasado abarca influencias ibéricas, romanas, visigodas, islámicas y cristianas. Este artículo explora la historia de Talará desde sus orígenes hasta el presente, destacando los hitos que han marcado su desarrollo cultural, social y económico.
Orígenes y Antigüedad
Aunque no existen registros precisos sobre los primeros asentamientos en Talará, el Valle de Lecrín, donde se encuentra, fue habitado desde tiempos prehistóricos por tribus ibéricas, como los túrdulos, que dejaron su huella en la región de Granada. La estratégica ubicación de Talará, en una zona de paso entre la costa mediterránea y el interior de la península, la convirtió en un lugar propicio para el establecimiento humano. Durante la época romana, el Valle de Lecrín formaba parte de la red de comunicaciones que conectaba Iliberis (la actual Granada) con otros centros importantes, y es probable que pequeños asentamientos agrícolas existieran en la zona de Talará, aunque no hay evidencia arqueológica específica que lo confirme.
Con la llegada de los visigodos en el siglo V, la región mantuvo su carácter rural, pero fue durante la ocupación musulmana (siglos VIII-XV) cuando Talará comenzó a definirse como un núcleo poblacional. El topónimo árabe de Talará sugiere que fue un barrio o aldea habitada principalmente por musulmanes, posiblemente vinculada a la producción agrícola, especialmente de cítricos y olivos, cultivos que siguen siendo emblemáticos en la zona.
La Talará musulmana y la influencia de Zoraya
Durante el período nazarí (1238-1492), Talará formaba parte del reino de Granada, un territorio conocido por su avanzada agricultura, sistemas de riego y artesanía. La localidad, aunque pequeña, estaba integrada en la red de aldeas que abastecían a la capital granadina. Un episodio notable de esta época está relacionado con Isabel de Solís, conocida como Zoraya («Lucero del Alba»), una cristiana convertida al islam que se convirtió en la esposa favorita del rey nazarí Muley Hacén. Su presencia en la corte granadina generó tensiones políticas, ya que su relación con el monarca provocó los celos de la sultana Aixa, madre de Boabdil, y alimentó intrigas que debilitaron el reino. Estas disputas internas contribuyeron a la caída de Granada en 1492 ante los Reyes Católicos. Aunque no hay evidencia directa de que Zoraya residiera en Talará, su influencia en la región, como parte del Valle de Lecrín, es un reflejo del dinamismo político y cultural de la época.
Tras la conquista cristiana de 1492, Talará, como otras localidades del Valle, experimentó un proceso de repoblación y transformación. Los moriscos, musulmanes convertidos al cristianismo, continuaron habitando la zona, pero las tensiones religiosas y sociales culminaron en la Rebelión de las Alpujarras (1568-1571). Este conflicto llevó a la expulsión de muchos moriscos y a la llegada de colonos cristianos, lo que marcó un cambio demográfico y cultural en Talará.
Edad Moderna: Consolidación como núcleo rural
En los siglos XVI y XVII, Talará era un barrio dependiente de Mondújar, pero comenzó a adquirir relevancia propia. La devoción de sus habitantes los llevó a construir una ermita en el siglo XVIII, que en 1747 fue consagrada como iglesia dedicada a Nuestra Señora de las Angustias. Esta construcción, ampliada y diseñada por el arquitecto Ventura Rodríguez, marcó un hito importante, ya que Talará dejó de ser considerada un simple barrio y pasó a ser un anejo de Mondújar en términos parroquiales. Sin embargo, la ermita original, de 16 por 10 metros, pronto resultó insuficiente para la creciente población, lo que llevó a los vecinos a solicitar una nueva iglesia. Aunque el proyecto inicial fue rechazado en 1776, la insistencia de la comunidad y el apoyo del arzobispo permitieron mejoras posteriores.
Durante este período, Talará se consolidó como un centro de paso en el Camino Real de la Alpujarra, una ruta comercial que conectaba Granada con la costa. Las ventas y mesones, como la Venta de la Guapa (hoy Venta Natalio), fueron esenciales para los viajeros y comerciantes. Según el Catastro del Marqués de la Ensenada (1751), Talará tenía 279 habitantes, y su economía se basaba en la agricultura y el comercio local. La presencia de mesones, como el de Ana López en Chite, que generaba ingresos significativos, subraya la importancia de Talará como punto de parada.
En el siglo XIX, la construcción del Puente de Isabel II, realizado con piedra toba y ladrillo para facilitar el paso de la carretera Granada-Motril, mejoró las comunicaciones y atrajo nuevos comercios. Este puente, ubicado en la entrada de Talará, es un testimonio de la modernización de la infraestructura en la región. Además, la localidad albergaba una antigua fábrica de aceite y un molino, cuya vivienda adjunta fue restaurada, preservando el patrimonio industrial del pueblo.
Siglo XX: De municipio independiente a capital de Lecrín
Hasta 1967, Talará fue un municipio independiente, pero ese año se fusionó con Acequias, Chite, Mondújar y Murchas para formar el municipio de Lecrín. Seis años más tarde, en 1973, Béznar y su pedanía de Peloteos también se incorporaron. Talará fue designada como la capital administrativa del nuevo municipio, albergando la sede del ayuntamiento. Este cambio consolidó su importancia en el Valle de Lecrín, a pesar de su modesto tamaño.
En el siglo XX, la economía de Talará siguió dependiendo de la agricultura, con cultivos de olivos y cítricos como pilares fundamentales. La localidad también mantuvo sus tradiciones religiosas y culturales, como la devoción al Cristo del Zapato, un lienzo del siglo XVII que representa a un crucificado con un pie calzado, y la talla de un Niño Jesús de vestir, de estilo granadino del siglo XIX. La iglesia de la Inmaculada Concepción, erigida como parroquia rural en 1906, se convirtió en el centro espiritual del pueblo.
Las fiestas patronales, celebradas en honor a la Purísima Concepción el fin de semana más cercano al 8 de diciembre, son un reflejo de la identidad comunitaria de Talará. Estas festividades incluyen procesiones, verbenas y actividades para niños, como juegos y cucañas, que fortalecen los lazos entre los habitantes.
Talará en la actualidad
Hoy en día, Talará es una localidad de aproximadamente 700 habitantes, situada a 709 metros de altitud, a 6 km de Dúrcal y 31 km de Granada. Su economía sigue basada en la agricultura, con el cultivo de olivos y cítricos, aunque el turismo rural ha ganado relevancia gracias a la belleza del Valle de Lecrín y a la proximidad de la Alhambra y la Costa Tropical. La panorámica del pueblo desde la carretera nacional o la ermita del Santo Cristo del Zapato es uno de sus principales atractivos turísticos.
Talará conserva su carácter tranquilo y sus tradiciones, como el juego de la brisca en los bares y actividades deportivas como el fútbol, el balonmano y el tenis de mesa. La gastronomía local, con platos típicos del Valle de Lecrín, también atrae a visitantes que buscan experiencias auténticas. El municipio de Lecrín, con Talará como núcleo principal junto a Mondújar, ofrece servicios básicos y una calidad de vida que combina la serenidad rural con la accesibilidad a Granada.
El patrimonio arquitectónico de Talará, aunque modesto, incluye la iglesia de la Inmaculada Concepción, con su arquitectura neoclásica del siglo XIX, y el Puente de Isabel II, que sigue en pie como un símbolo de la historia del pueblo. Además, los paseos por la vega, entre naranjos y limoneros, ofrecen una conexión directa con el paisaje que ha definido a Talará durante siglos.
Conclusión
La historia de Talará es la de un pueblo que, desde sus orígenes como un barrio musulmán en la Granada nazarí, ha sabido adaptarse a los cambios históricos mientras preserva su identidad. Su evolución, marcada por la agricultura, el comercio en el Camino Real, la devoción religiosa y la integración en el municipio de Lecrín, refleja la resiliencia de una comunidad pequeña pero orgullosa de su legado. En el siglo XXI, Talará combina tradición y modernidad, ofreciendo a sus habitantes y visitantes un lugar donde el pasado y el presente conviven en armonía.
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