01 abril 2011

Los colores y Fragancias

Los particulares colores y fragancias del Corazón de El Valle


El Valle tiene sus particulares colores. Una de las personas que mejor ha sabido definir nuestros propios matices de colores, ha sido ya en 1997 el pintor D. Enrique Padial académico de Bellas Artes, con motivo de su pregón en las fiestas mayores de Melegís, que los definió como: “Verdes blancos, impolutos, bermellones y cadmios... que traduzco por esperanza, pureza, pasión y alegría. Estos son los colores de esta tierra singular e íntima.” Además dijo: “...cuantos nacen mirando a este verdemar de naranjos y limoneros, o a este blanco e impoluto mar de azahares, son gente bien nacidas... Melegís corazón del corazón del Valle de Lecrín, vibre con el sentimiento de la esperanza, esa que cubre de verdes brillantes esta inmensa alfombra natural de naranjales.” Y ya casi terminando su pregón quiso proclamar desde el corazón de este Valle: “...toda la rosa verdemar de los buenos vientos y mejores brisas, que difunde esta esplendorosa tierra buena.”

El verde corazón de la vega de El Valle, con su verde musgo sobre las piedras, sobre las orillas de las fincas, en las cortezas de los árboles y dentro del agua corriente y cristalina de sus manantiales, de sus acequias y en las aguas estancadas de las albercas. El verde “limoner” y el verde “naranjel”, encima del verde campo y salpicado del verde oliva.
Los parrales preñados de racimos impregnados de rojo y a distinto tiempo en las laderas de este humilde corazón, almendros de albura sin igual y algunos de ellos con matices rosáceos.
Mansiones de blanca cal con patios de rebosante júbilo donde el sol danza hasta dentro del alma.

En este tapiz verde
de limoneres y naranjeles,
se pintan solos
de bermellón los frutos.
En este corazón vivimos
sobre océano de verdes,
sobre verdes densos,
verdes amotinados y brillantes,
sobre espumas de azahares.
En este corazón vivimos
con los colores de la alegría.

Además nos rodea un mar de fragancias. La policitación de azahares fragantes y donantes que cada año se nos ofrecen nuevamente en este vergel. La belleza de las nieves de Sierra Nevada al fondo y estas otras nieves perfumadas ante mis ojos que son los azahares de este Valle. Paseando por el campo todo me huele a azahar y a hierbabuena, a naranja y limón, a celindas y jazmines. En la distancia me llega el dulce aroma del pan de higo, de la carne de membrillo, de la canela de los pestiños, de los boladillos, de las torrijas o del arroz con dul.
Los olores perfumados y oferentes de las flores de los huertos, de los geranios, de las rosas y del galán de noche.
Colores y fragancias que impregnan los sentidos en este singular corazón de sensaciones.

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