(Recreación histórica)
(Siglo I, cuando Hispania es ya una provincia plenamente integrada en el Imperio Romano. Es el tiempo de Tiberio, Claudio, Nerón y Vespasiano, y más adelante de emperadores como Trajano y Adriano, nacidos en la propia Hispania. En este contexto, el sur peninsular —la Bética romana— es una zona rica y estable, productora de aceite, vino y garum (salsa de pescado), muy valorados en todo el Mediterráneo.
En el Valle de Lecrín, es probable que existieran villas agrícolas romanas bien organizadas, explotaciones latifundistas, caminos secundarios conectados con la vía Augusta, y presencia militar ocasional).
“Los cimientos del sur”
Valle del Lecrín, año 41 d.C. – Durante el gobierno del emperador Claudio
Tiberius Marcius Felix, veterano de la Legio X Gemina, recibió como recompensa por sus años de servicio un lote de tierra en el sur de Hispania. Viajó desde Itálica con su familia y tres esclavos hasta llegar a un valle fértil y lleno de agua, donde plantó los cimientos de una villa rústica a la que llamó Fundus Felix.
La casa era aún modesta: muros de piedra, tejado de tejas, un patio con un aljibe, y una estancia fresca donde guardaban el aceite. Pero el plan era claro: crear una explotación modelo, donde se cultivaran trigo, olivos, parras y legumbres, y criar aves, cabras y abejas.
Tiberius era un hombre de disciplina. Se levantaba al alba, tomaba pan seco y aceitunas, y recorría sus tierras con un bastón de olivo. Supervisaba la construcción de terrazas, la excavación de canales y la plantación de almendros. Su esposa, Cornelia, llevaba la contabilidad en tablillas de cera, dirigía la cocina, y enseñaba latín a los hijos de los libertos que vivían en la finca.
Un día, llegó al valle un inspector de caminos que trazaba una vía secundaria hacia Ilíberis. A cambio de vino y hospedaje, le prometió que incluiría un desvío cerca del Fundus. Así quedó asentada la primera conexión escrita del lugar con el mundo romano.
Los esclavos eran bien tratados, algunos estaban próximos a ser manumitidos. La villa tenía un lararium (altar familiar), donde cada noche se encendía una lámpara en honor a los dioses protectores. Durante las festividades de Saturnalia, se compartía el pan y se colgaban guirnaldas de hiedra en los umbrales.
Tiberius escribía cartas a antiguos compañeros de armas:
“Aquí el mundo es distinto. La guerra ha sido reemplazada por la poda. En este valle, el imperio no grita, susurra entre los surcos.”
Y así, sin saberlo, plantó no solo olivos, sino raíces profundas en una tierra que aún no tenía nombre, pero ya tenía alma.
Ilustración:
Melegís en el siglo I, con Tiberius y Cornelia fundando la villa romana en un valle que comienza a transformarse bajo el influjo de Roma.

No hay comentarios:
Publicar un comentario