Melegís, siglo XXI antes de Cristo.
(Recreación prehistórica)
(El siglo XXI a. C., en el umbral más remoto que puede narrarse antes de que lo histórico se mezcle completamente con lo mítico. El Valle de Lecrín —aún sin nombre— es puro territorio sagrado, un eco de la primera memoria humana, un lugar donde el fuego, la piedra y el agua eran dioses sin rostro.
No hay clanes permanentes, ni herramientas de metal. Se vive del forrajeo, la caza, la observación de los astros, el recogido de raíces, frutos y sonidos. Es una era donde el paisaje manda y el alma humana aún está despierta a lo invisible).
“El primer espejo”
Valle de Lecrín, año
No hablaban como nosotros. Su voz era el aliento del viento en los cañaverales, el roce de la piedra al partirse. Vivían donde el agua se abría paso entre juncos, y dormían en hoyos abrigados por el cielo.
Una noche clara, tras muchas lunas sin lluvia, una niña se asomó a una poza nueva. Nunca la había visto allí. Estaba entre unas rocas lisas, y el agua era tan quieta que no parecía moverse. Se agachó, y vio su rostro por primera vez.
Se asustó. Creyó que alguien la espiaba desde abajo. Gritó. Pero no hubo eco.
Entonces extendió la mano. Tocó el agua. La imagen tembló, desapareció. Luego volvió. Sonreía como ella. Parpadeaba como ella.
Corrió a buscar a los suyos. Los llevó hasta la poza. Nadie comprendió del todo. Pero uno a uno se asomaron. Y todos vieron su reflejo. Nadie había sabido antes cómo era.
Desde entonces, cada cambio de estación, volvían a ese sitio a mirarse. A llorar. A cantar. A tocarse el rostro después. Y a volver a empezar.
No le dieron nombre al sitio. Pero lo dejaron marcado con piedras blancas, como dientes de luna. Y cada vez que alguien se perdía, alguien decía:
—Busca el primer espejo. Allí vuelve el alma.
Y quizá aún hoy, si el agua está calma, y el viento duerme, y el sol calla… esa poza sigue esperando el siguiente rostro que se atreva a mirarse.
Ilustración:
El Valle de Lecrín en el siglo XXI a. C., con la niña descubriendo su reflejo por primera vez, en el agua quieta de una poza sagrada.

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