Don Francisco Eustaquio Perea y Porras: El Arzobispo que dejó huella en Albuñuelas
Hoy queremos rendir homenaje a una figura clave en la historia de Albuñuelas, Granada:
Don Francisco Eustaquio Perea y Porras, un hombre cuya vida y obra transformaron nuestro pueblo y dejaron un legado imborrable. Nacido en noviembre de 1666 en Albuñuelas y fallecido en junio de 1733 en su palacio, este ilustre arzobispo dedicó su existencia a engrandecer su tierra natal con un profundo amor y compromiso.
Francisco Perea y Porras tuvo una destacada carrera eclesiástica: fue obispo de Plasencia (1715-1720) y arzobispo de Granada (1720-1733). Sin embargo, su corazón siempre estuvo en Albuñuelas, donde llevó a cabo obras que aún resuenan en nuestra memoria colectiva. Aquí te contamos algunas de sus contribuciones más significativas:
Fundación del Convento Seminario de Nuestra Señora de las Angustias (1726): Don Francisco impulsó la creación de este convento, otorgando su protección a los franciscanos descalzos de la observancia. Este lugar se convirtió en un centro espiritual y cultural para el pueblo.
Remodelación de la iglesia parroquial: La iglesia de la plaza de abajo fue embellecida bajo su dirección, con retablos, frescos, pinturas y bellas imágenes. Su familia también participó en este proyecto: su madre costeó el altar de la Virgen del Rosario, su padre el de San Francisco, y él mismo financió el altar de Nuestro Padre Jesús, que llegó al pueblo en septiembre de 1715. Aunque la iglesia cayó en desuso tras la Desamortización, su legado perdura en la actual parroquia, trasladada al convento.
Creación de la figura del capellán: Para garantizar la celebración de la misa dominical a las 11 de la mañana, instituyó la Capellanía, recompensando al capellán por su labor y asegurando el cuidado espiritual de los vecinos.
Donación al hospital de San Juan de Dios: A su muerte, Don Francisco legó su palacio y tierras al hospital de San Juan de Dios, con la condición de que siempre hubiera seis camas disponibles para los habitantes de Albuñuelas, demostrando su preocupación por el bienestar de su pueblo.
La viña de las Monjas: Los viñedos cercanos a la Capellanía, cuyos beneficios se destinaban a las monjas del convento de Santa Paula, son otro ejemplo de su generosidad. Este lugar aún se conoce como la "viña de las Monjas".
Cuando Don Francisco falleció en 1733, envuelto en el hábito de la orden terciaria y tras recibir la comunión de manos de Fray Isidoro de San Miguel, el pueblo se congregó frente a su palacio. Su cuerpo, amortajado, fue trasladado discretamente por la Cruz Colorá hasta el parador de San Francisco en la Alhambra, donde fue enterrado.
Don Francisco Eustaquio Perea y Porras no solo fue un líder religioso, sino un verdadero benefactor de Albuñuelas. Su vida es un ejemplo de dedicación, fe y amor por su tierra.
¿Conocías estas historias sobre nuestro arzobispo? ¡Comparte con nosotros tus pensamientos y ayudemos a mantener viva su memoria!
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