El Convento Seminario de los Franciscanos Descalzos de Albuñuelas: Un Legado de Fe y Cultura
El Convento Seminario de los Franciscanos Descalzos de Albuñuelas, en la provincia de Granada, es una joya histórica y espiritual que marcó un hito en la comarca durante el siglo XVIII. Fundado bajo el auspicio del arzobispo de Granada, Francisco Eustaquio Perea y Porras, hijo ilustre de Albuñuelas, este centro religioso y educativo se erigió como un faro de fe, cultura y formación para los habitantes de la región. A continuación, se presenta un relato que condensa su origen, desarrollo y legado, basado en las crónicas latinas del siglo XVIII y datos adicionales.
Orígenes y Fundación
El impulso para la creación del convento surgió en 1720, cuando Francisco Eustaquio Perea y Porras asumió el arzobispado de Granada. Consciente de las limitaciones de la iglesia primitiva de Albuñuelas, una construcción modesta y deteriorada desde los tiempos de la rebelión de los moriscos, el arzobispo decidió levantar un nuevo templo que honrara a su pueblo natal y sirviera como un espacio digno de culto. Las obras comenzaron el 4 de octubre de 1720, en el día de San Francisco, con la colocación de la primera piedra. El templo, dedicado al Salvador y consagrado a la Virgen de las Angustias, prometía ser un monumento de gran relevancia.
Sin embargo, un revés marcó el proceso: el 11 de noviembre de 1724, la torre del campanario se derrumbó hasta los cimientos, aunque el cuerpo principal de la iglesia permaneció intacto. Este incidente llevó al arzobispo a reflexionar sobre la posibilidad de un castigo divino por su ambición de dejar un legado monumental. Decidió entonces derribar lo construido y emprender un proyecto más humilde, pero con una visión más amplia: un convento seminario que, además de ser un lugar de culto, formara misioneros y educara a los jóvenes de la comarca en humanidades y moral.
El Convento Seminario:
Un Proyecto Ambicioso
En 1726, tras obtener las licencias necesarias, comenzaron las obras del nuevo convento, que se completaron ese mismo año, aunque algunas fuentes sugieren que la construcción finalizó en 1742. El arzobispo eligió a los franciscanos descalzos de la orden de San Pedro de Alcántara para gestionar la institución, imponiendo condiciones estrictas para garantizar su propósito espiritual y educativo. Entre estas, se estipuló que el convento estaría dedicado a Santa María de las Angustias, albergaría solo a diez frailes mayores de 30 años dedicados a la predicación, y contaría con aulas de Gramática y Teología Moral. Además, se prohibió dar sepultura a seglares, preservando la exclusividad religiosa del lugar.
El 13 de julio de 1726, el Provincial de la orden aceptó estas condiciones en escritura pública, y el arzobispo nombró a Diego Gutiérrez como párroco de la iglesia anexa y a Miguel del Castillo Morales como síndico. Mientras se finalizaban las obras, los frailes residieron en una casa cercana al palacio episcopal, desde donde trasladaron solemnemente el manto de la Virgen de las Angustias al nuevo templo.
Florecimiento Cultural y Espiritual
El convento comenzó sus actividades en 1729, cuando se iniciaron las misiones y las clases. Fray Francisco Peralta fue el encargado de impartir Gramática, mientras que Fray Isidoro de San Miguel y Fray Sebastián Merlo lideraron las misiones evangelizadoras. En octubre de ese año, bajo la dirección del guardián Fray Pedro Zarco, los frailes y los alumnos se trasladaron al convento ya concluido. En 1730, se incorporaron las clases de Teología Moral, dirigidas por Fray Mateo Pérez.
El convento se convirtió en un centro de irradiación cultural y espiritual. Dos figuras destacaron en esta época: Fray Alonso de San Miguel, autor de varios libros escritos en el convento, y Fray Antonio Soane, un predicador admirado por su bondad y cercanía con los habitantes de la comarca. A pesar de un terremoto en 1733 que resquebrajó las paredes del edificio, el convento continuó siendo un espacio de paz y aprendizaje, sin lamentar víctimas.
Declive y Desamortización
El arzobispo Perea y Porras falleció el 7 de julio de 1733, asistido por Fray Isidoro de San Miguel, dejando tras de sí un legado que perduró en el convento. Sin embargo, el siglo XIX trajo consigo la desamortización, un proceso que afectó gravemente a la institución. Aunque las crónicas no detallan su destino final, es probable que, como muchos otros conventos, fuera expropiado y su memoria se desvaneciera con el tiempo en la conciencia colectiva de Albuñuelas.
Legado y Reflexión
El Convento Seminario de los Franciscanos Descalzos de Albuñuelas fue mucho más que un edificio religioso. Representó la visión de un arzobispo que quiso honrar sus raíces y elevar el espíritu y la educación de su pueblo. A través de sus misiones y aulas, llevó luz, bondad y cultura a una comarca rural, dejando una huella imborrable en su historia. La imagen de la Inmaculada de Ruiz del Peral, patrona de la orden franciscana, sigue siendo un símbolo de esta herencia.
Hoy, aunque el convento parece haber sido olvidado, su historia merece ser rescatada y compartida. Como un testimonio de fe y compromiso, invita a los habitantes de Albuñuelas y a las generaciones futuras a valorar su pasado y a construir un futuro que honre tan noble legado.
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