15. Resumen de mi vida desde que nací hasta los 47 años
Me llamo Miguel Ángel Molina
Palma. Nací el 10 de mayo de
Desde muy pequeño fui un niño observador, sensible, feliz y profundamente curioso. Con apenas once años escribí mi primer poema, "Trotacaminos", y supe que la poesía sería una vocación inseparable de mi vida. Era zurdo, soñador y amante del silencio interior. A los diez años, una fractura en el brazo izquierdo marcó mi infancia con una larga recuperación en la Clínica San Rafael.
Cursé mis primeros estudios en el Colegio Nacional San Sebastián de El Padul, luego en el colegio de Restábal, y más adelante los cursos de BUP en el Virgen de Gracia de Granada. Durante un tiempo, estuve en el Seminario Menor de San Cecilio, donde mi fe católica se fue perfilando junto a mi vocación literaria. Mis profesores, amigos como José Luís Prat Lupiáñez, y los libros, fueron faros en esos años.
Entre los 16 y 19 años viví una etapa de búsquedas intensas. En 1980 asistí a la Mariápolis en Salamanca. Intenté entrar en el Seminario Mayor, pero fui disuadido por el rector del Seminario Menor. Comencé a trabajar como botones y luego como ordenanza en la Caja Postal de Madrid, donde firmé contrato indefinido en 1983. Viví en pensiones, completé COU en el Instituto San Isidro, y comencé a publicar poemas en revistas como Mundo Botonil. Fueron años de vida bohemia, amistad, poesía y noches largas.
A los veinte, ya instalado en Madrid, viví una intensa vida cultural. Publiqué poemas como La suave brisa de los mares, Negación, o Verde corazón del Valle, y registré mi poemario "Viento de polvo y éter". Estudié arte dramático en Musi-Vox y después Artes Aplicadas. Participé en tertulias, viví una vida comprometida con lo social, la poesía, la música y la espiritualidad. Colaboré en Eco Norte y Área Norte.
A los 25 pedí excedencia en la Caja Postal. Durante esos años trabajé como monitor de natación, camarero, vendedor de libros con Plaza y Janés, recorriendo media España. Me trasladé a Granada y aprobé las oposiciones a Justicia. En 1992 empecé a trabajar como auxiliar en Huelva, donde viví una etapa profesional y literaria intensa, con tertulias como la del bar 1900.
En 1993 publiqué "Viento de polvo y éter", 500 ejemplares. En 1995 publiqué "Vida que ilumina Amor", 100 ejemplares y estuve implicado en la vida cultural onubense. Viajé al Balneario de Tolox, estudié, trabajé en la Junta Electoral y viví con intensidad afectiva y espiritual. En 1996, comencé la carrera de Derecho en la Universidad de Huelva. Practicaba deporte, asistía a congresos jurídicos y frecuentaba bares como Cochabamba y Escarlata.
En 1997 sufrí ansiedad laboral y estuve de baja. Alternaba Huelva y Melegís, colaboraba con la Asociación Alonso Sánchez y mantenía una relación con Ana de Valverde. En 1998-1999 obtuve plaza en Málaga, donde seguí escribiendo, publicando y participando en la vida cultural. Falleció mi abuelo Antonio Palma, y mi vida alternaba entre el arte, la introspección y la familia.
Entre 2000 y 2001 profundicé en la espiritualidad. Viajé a Italia, comencé a estudiar naturopatía y practiqué principios gnósticos. Me sumergí en la pintura, los sueños lúcidos y la simbología. En Venezuela conocí a Cecilia Chacón, con quien viví una relación a distancia. En 2002 organizaba talleres de risoterapia, una actividad que me marcó profundamente, combinando sanación emocional y gozo compartido.
Entre 2003 y 2007 viví una etapa marcada por emociones intensas, búsquedas amorosas y crecimiento interior. Tuve relaciones con Celsa, celebré fiestas, asistí a bodas, sufrí pérdidas emocionales, y cuidé de mi salud física y mental. Participé en exposiciones como “Entre agua, azahares y naranjos” y doné más de 70 libros a la Biblioteca de Melegís. Practiqué sevillanas, retomé la pintura al óleo, viví el fallecimiento del Papa Juan Pablo II, y sentí intensamente los altibajos del alma.
A los 47 años viví mi conversión espiritual. Dejé la fe católica un poco al lado, para hacerme cristiano evangélico. Comencé a asistir a la Iglesia Nueva Generación, donde ejercí como ujier. Viví experiencias espirituales profundas: visiones, sanaciones, revelaciones y el bautismo del Espíritu Santo. Sentí la unción de Dios sobre mí, vi como las enfermedades se rompían durante la adoración, y comencé a hablar en lenguas. Aunque atravesé enfermedades físicas, ansiedad y soledad, me sentí fortalecido en la fe. Empecé a entender el sentido del dolor y el poder del perdón, de una forma diferente a como lo había visto en el catolicismo.
Reconocí las traiciones sufridas, los ataques espirituales y las tentaciones, pero también la presencia viva del Espíritu Santo en mi vida. Declaré mi fidelidad al Señor y afirmé que el único pacto que reconozco es el de la sangre de Jesucristo.
Mi vida, desde aquel niño que escribía poemas en Melegís hasta el hombre espiritual que soy hoy, ha sido un viaje de búsqueda, luz, palabra, lucha y fe.
Continuará... algún día.