31 marzo 2025

El agua no se vende, se defiende



El Valle de Lecrín: donde el agua no se vende, se defiende


En el corazón de Granada, el Valle de Lecrín ha vivido durante siglos abrazado al agua.

Sus pueblos nacieron junto a ríos, fuentes, manantiales y acequias que aún hoy siguen latiendo como venas abiertas entre naranjos, huertas, albercas y bancales.


Pero ese equilibrio, ese modo de vida ancestral, está hoy en peligro real.


Desde abril de 2023, los vecinos del valle —junto con la Plataforma para la Defensa del Agua— se enfrentan a un proyecto que amenaza con secar no sólo sus fuentes, sino su alma: la empresa Aguas Bellavista SL ha solicitado una nueva concesión para embotellar agua en el término de Villamena, bajo el nombre “Aguas del Manar”, con un caudal previsto de 8 litros por segundo. Y esto, en una comarca donde ya existe otra planta embotelladora activa, con una concesión vigente de hasta 31 litros por segundo, que extrae del mismo acuífero.


El problema no es solo técnico, es ético y vital.


Las aguas subterráneas que alimentan estas plantas no se renuevan al ritmo que se extraen.

Su sobreexplotación, unida a años de sequía, ya está teniendo consecuencias visibles: la Fuente del Mono y el manantial de la Mina, en Dúrcal, se han secado o debilitado considerablemente.

Y no por culpa del río, que sigue trayendo buen caudal, sino por lo que ocurre debajo de nuestros pies.


¿Quién se queda sin agua? Los pueblos.

¿Quién se enriquece? Las embotelladoras.


El proyecto además pone en riesgo directo uno de los espacios naturales más valiosos de la provincia: el humedal y turberas de Padul, parte del Parque Natural de Sierra Nevada, protegido por el Convenio Ramsar y la Red Natura 2000, hogar de más de 170 especies de aves y otras muchas especies vegetales y animales. A apenas 300 metros, se encuentra la Fuente del Mal Nombre, otro manantial amenazado.


Pero más allá del impacto ambiental, está el impacto humano.


El Valle de Lecrín vive del agua.

Su historia agrícola, sus acequias milenarias, sus costumbres, su economía local y su identidad cultural están todas regadas, literalmente, por el agua que hoy quieren privatizar para venderla embotellada, envuelta en plástico, con campañas de marketing que ignoran las raíces de la tierra.


¿A cambio de qué?

Más residuos, más camiones de gran tonelaje, más lucro para unos pocos… y menos agua para todos.


Los vecinos lo tienen claro: el agua no es mercancía, es vida.

Y no se vende, se defiende.


Por eso se alzan voces, se presentan alegaciones, se organizan acciones.

No es solo una lucha por el caudal, sino por el futuro.


Porque cuando se agota el agua, no sólo se seca la fuente:

se mueren las huertas, se apagan los lavaderos, se rompe la memoria.


Y eso, en el Valle de Lecrín, no lo vamos a permitir.

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