24 junio 2025

Aquellas Máquinas de Coser en el Valle de Lecrín


 🪡 Aquellas Máquinas de Coser de los Años 70 en el Valle de Lecrín: Un Hilo de Nostalgia 🧵


En el corazón del Valle de Lecrín, durante los años 70, las máquinas de coser eran mucho más que un electrodoméstico: eran el alma de los hogares, compañeras fieles que tejían historias, sueños y puntadas. Marcas como Singer, Alfa, Sigma o Refrey resonaban como sinónimos de creatividad y esfuerzo, presentes en casi todas las casas, donde sus engranajes metálicos zumbaban al ritmo de la vida cotidiana. 🏡✨ #MáquinasDeCoser #ValleDeLecrín #Nostalgia


🕰️ Un Viaje al Pasado:


 Las Máquinas de los 70

En los años 70, las máquinas de coser domésticas, como las icónicas Singer o las españolas Alfa (fundada en 1920) y Refrey (desde 1948), eran robustas, hechas de hierro o acero, con un diseño que combinaba funcionalidad y elegancia. Muchas funcionaban con pedal, un mecanismo que requería destreza y paciencia, mientras que las más modernas comenzaban a incorporar motores eléctricos, alcanzando hasta 800 puntadas por minuto, un avance revolucionario frente a las 200-400 puntadas del pedal. ⚙️ 

Estas máquinas no solo cosían, sino que también hacían ojales, remallaban bordes y permitían bordados sencillos, transformando telas como el algodón, la muselina o el tergal en prendas únicas.

En el Valle de Lecrín, un lugar donde la tradición y la comunidad siempre han sido pilares, estas máquinas eran esenciales en el ajuar doméstico. No era raro encontrar una en el salón o en un rincón de la casa, a menudo sobre un mueble de madera que servía tanto de soporte como de decoración. Eran tan comunes que, según registros históricos, en el siglo XX, una de cada cinco casas en el mundo tenía una máquina de coser, y en regiones rurales como el Valle, su presencia era aún más notable. 🪢 #HistoriaTextil #Singer #Alfa


🧵 El Arte de los Arreglos Domésticos


En aquellos años, coser no era solo una tarea, sino un acto de amor y necesidad. Las mujeres del Valle de Lecrín, con manos expertas, usaban estas máquinas para todo: desde remendar pantalones rotos de los niños que jugaban en los campos de naranjos hasta confeccionar vestidos para las fiestas locales. Las máquinas permitían realizar pespuntos rectos, zigzags para evitar deshilachados y puntadas de overlock para acabados más profesionales.

Los arreglos domésticos eran una rutina. Una camisa desgastada, un dobladillo descosido o una sábana que necesitaba un parche se transformaban bajo la aguja de estas máquinas. Las bobinas giraban, los hilos se entrelazaban, y los botones, cosidos con precisión, volvían a su lugar. En un tiempo en que la ropa no se desechaba, sino que se reparaba, estas máquinas eran las guardianas de la economía familiar, permitiendo a muchas mujeres incluso ganar un dinero extra cosiendo para vecinas o creando ajuares para novias. 💃 #CosturaVintage #Tradición


🌟 Su Evolución:

 De la Manivela a la Modernidad


La historia de las máquinas de coser comienza mucho antes de los años 70. En 1755, Charles Wiesenthal diseñó una aguja de doble punta, y en 1790, Thomas Saint patentó una máquina para coser cuero. Pero fue en 1830 cuando Barthélemy Thimonnier creó una máquina funcional, y en 1846, Elias Howe patentó la primera máquina de puntada cerrada. Isaac Merritt Singer, en 1851, revolucionó el mercado al introducir la primera máquina doméstica, que perfeccionó con un pedal y un sistema de arrastre semiautomático.

Para los años 70, las máquinas ya eran más accesibles gracias a estrategias como la venta a plazos, introducida por Singer en el siglo XIX. En el Valle de Lecrín, estas máquinas no solo facilitaban la costura, sino que también simbolizaban autonomía. Como señala un artículo de la BBC, en la década de 1860-70, las amas de casa dedicaban hasta 50 horas semanales a coser a mano; la máquina de coser redujo ese tiempo en un 90%, liberando a las mujeres para otras tareas o incluso para emprender pequeños negocios desde casa.


🏠 Su Lugar en los Hogares del Valle


En el Valle de Lecrín, las máquinas de coser eran un símbolo de comunidad. Las abuelas enseñaban a sus nietas a enhebrar la aguja, a ajustar la tensión del hilo y a dar las primeras puntadas. En las tardes, el sonido rítmico del pedal llenaba las casas, acompañado de charlas y risas. Estas máquinas no solo vestían a las familias, sino que también creaban lazos: una vecina cosía un vestido para una boda, otra arreglaba una cortina, y todas compartían patrones y consejos. Eran, como dice el texto original, “más que máquinas, amigas; más que instrumentos, compañeras”. 💕 #Recuerdos #VidaRural


🌹 Un Legado que Perdura


Hoy, muchas de estas máquinas descansan en desvanes, sus engranajes cubiertos de polvo, pero su legado sigue vivo. En el Valle de Lecrín, donde la tradición sigue tejiendo la identidad, estas máquinas evocan recuerdos de una época en que cada puntada era un acto de cuidado. Algunas, como las Singer de hierro fundido, son ahora piezas de coleccionismo, con modelos de finales del siglo XIX y principios del XX que pueden alcanzar hasta 1.000 euros en subastas, según su estado y rareza.


Si tienes una máquina de coser antigua en casa, ¡cuéntanos tu historia! 


¿Era de tu abuela, tu madre?

 ¿Qué prendas cosió?


 Comparte tus recuerdos y fotos en los comentarios. 📸 


Y si quieres revivir la magia de la costura, ¿por qué no restaurar esa vieja Sigma o Alfa y volver a escuchar el susurro de su rueda? 🪡


 #PatrimonioVivo #CosturaConAmor


Foto de Miguel Ángel Molina Palma 

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