🌰🔥 CASTAÑADAS: SABOR DE OTOÑO EN EL VALLE DE LECRÍN 🔥🌰
Con el testimonio de José Antonio del Río Garvi
En los pueblos del Valle de Lecrín, con la llegada del otoño, no era raro que el olor a castañas asadas se colara por las chimeneas y los corazones. Aunque no fue costumbre vender castañas en la calle como oficio estable, sí fue tradición profundamente enraizada reunirse en grupo para hacer castañadas, tanto en casas como en placetas, sobre todo en torno a Todos los Santos y la Navidad.
Así lo recuerda José Antonio del Río Garvi, vecino que ha vivido en varios pueblos del Valle:
> “Sí era muy frecuente reunirse los jóvenes, sobre todo por el mes de los Santos, y cerca de Navidad, y montar una castañada, con aguardiente. Eso sí era bastante común. También en algunas casas, junto al fuego, que ya calentaba en las chimeneas. Yo estuve en algunas de ellas, y era bonita toda aquella parafernalia: quien compraba las castañas (en Mondújar y Lanjarón vendían), luego había que hacer un pequeño corte en cada una, preparar la lumbre, una buena sartén con agujeros, y unos buenos/as pinches para ir moviéndolas para que no se quemaran. Después, algunos, al apartarlas, ya asadas, las envolvían un rato en un trapo, para que se cocieran más y/o no se enfriaran. Algunos les echaban un poquito de sal. Esto, al gusto del grupo.”
> “Y así, una y otra sartenada, y copa de aguardiente va y viene, hasta acabar con ellas. Luego se impuso la costumbre de beber cubatas, en vez de anís Machaquito o el que hubiera (no había delicados/as para ello). En muchas ocasiones se llevaba un tocadiscos o se ponía la radio, y se organizaba un baile. Y así salieron muchos noviazgos de esos momentos. Se hacía grupo, se tejían amistades, y sobre todo se marcaba en el calendario un año más que era tiempo para LAS CASTAÑAS.”
🔪 ¿Cómo se preparaban las castañas?
Con esmero y tradición: se seleccionaban, se les hacía un corte con cuchillo y se asaban en sartén agujereada sobre brasas. A veces se envolvían en un trapo para conservar el calor. Algunos las cocían con anís o les añadían sal. Todo dependía del gusto del grupo.
Hoy, aunque ya no se hacen tantas castañadas como antaño, esa memoria viva de brasero, humo, anís y juventud sigue viva en quienes la vivieron, como José Antonio, y forma parte del alma otoñal del Valle de Lecrín.
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