(Recreación prehistórica)
(El siglo XVIII a. C., en pleno Bronce Inicial, cuando los grupos humanos del sur peninsular comienzan a desarrollar una memoria compartida del paisaje. Aún no hay estructuras permanentes, pero ya se intuye la voluntad de volver siempre a ciertos lugares, como si esos sitios —fuentes, rocas, cuevas— contuvieran no solo agua, sino alma.
El Valle de Lecrín, salvaje y fértil, seguía siendo un territorio de paso, pero también un centro invisible de reunión estacional, ofrenda y escucha. En ese tiempo, nació una historia que la tierra aún guarda).
“El círculo bajo la lluvia”
Valle de Lecrín, año
Durante los meses del calor, los clanes subían a las montañas. Pero cuando la primera lluvia golpeaba las piedras, bajaban al valle. Allí, al pie de una gran roca cóncava, construían un círculo de ramas entrelazadas que no servía de refugio, ni de corral, ni de almacén. Era solo para estar. Para escuchar. Para no hablar.
Ilma, una anciana con la piel arrugada como corteza de encina, era la que daba inicio al rito. Entraba al círculo, se sentaba en el centro, y dejaba caer granos secos sobre la tierra húmeda. No decía palabras. Pero los granos caían uno a uno, como si marcaran un ritmo sagrado.
Ese año, la lluvia no llegaba. Los ciervos no bajaban. El río no cantaba. Pero Ilma seguía fiel, bajando al claro cada atardecer, sentándose en el centro del círculo y dejando caer sus granos.
Una tarde, una niña del clan —Elu— la imitó. Llevó sus propias semillas, más pequeñas, de una planta que aún no brotaba en el valle. Se sentó junto a Ilma, sin permiso, sin miedo.
Esa noche, llovió.
Y cuando amaneció, el círculo estaba cubierto de huellas de aves, lombrices, y un brote nuevo.
Desde entonces, cada año, al llegar la primera nube, se reconstruye el círculo bajo la roca. Nadie recuerda por qué exactamente. Pero todos saben que, si se sientan en silencio, la lluvia vendrá.
Y así, aunque no haya palabra escrita, el valle sigue contando la historia de Ilma, de Elu, y del silencio que llama al agua.
Ilustración:
El Valle de Lecrín en el siglo XVIII a. C., con Ilma y Elu sentadas bajo la roca, en el círculo que llama a la lluvia.

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