25 abril 2025

Albuñuelas en el siglo XIX

 


Albuñuelas en el Siglo XIX: Un Relato de Resiliencia y Transformación


Ubicado en el Valle de Lecrín, en la provincia de Granada, España, el pequeño pueblo de Albuñuelas vivió un siglo XIX lleno de convulsiones y transformaciones. Este período estuvo marcado por guerras, cambios económicos, desastres naturales y profundas transformaciones sociales que moldearon la identidad y el destino de la comunidad. Basado en registros históricos, datos demográficos y relatos locales, este artículo ofrece una visión exhaustiva de Albuñuelas durante este siglo crucial, entrelazando sus luchas, logros y espíritu inquebrantable.


El Inicio del Siglo: Guerra y Supervivencia


El siglo XIX comenzó en España con la Guerra de la Independencia (1808-1814), desencadenada por la invasión napoleónica. Aunque los detalles sobre la participación de Albuñuelas son escasos, un episodio destacado involucró al Alcalde Caridad de Otívar, quien intentó liberar la cercana localidad de Padul. Gravemente herido en el enfrentamiento, Caridad huyó a través de un terreno accidentado, escondiéndose entre rocas, brezos y matorrales antes de refugiarse en una cueva cerca de Lentejí, próxima a Albuñuelas, donde sanó sus heridas. Este acto de valentía refleja la resistencia de la región frente a la ocupación extranjera, aunque Albuñuelas permaneció al margen de las grandes batallas.


En 1826, según el Diccionario Geográfico de Mariano, Albuñuelas era un lugar realengo de la provincia y arzobispado de Granada, bajo la jurisdicción del partido del Valle de Lecrín. Con una población de 1.616 habitantes, el pueblo estaba gobernado por un alcalde pedáneo. Contaba con una iglesia parroquial, un convento con su propia iglesia y un pósito (granero municipal). Geográficamente, se situaba al pie de una gran sierra, con un riachuelo de poca importancia que desembocaba en el río Grande. Su economía era principalmente agrícola, produciendo maíz, centeno, trigo, cebada, uvas, lino, cáñamo y aceite de oliva. El pueblo limitaba con las sierras de Pinos, Restábal y Cónchar, y su nombre apuntaba a un origen árabe.


Para 1857, la población había disminuido ligeramente a 1.601 habitantes, reflejando los desafíos económicos y sociales de la primera mitad del siglo. A pesar de esto, Albuñuelas mantuvo su carácter agrario, con tierras fértiles que sustentaban una variedad de cultivos y a la comunidad local.


Primera Mitad del Siglo: Desamortización y Pérdida Cultural


El siglo XIX trajo cambios socioeconómicos significativos a España, especialmente la Desamortización, el proceso de confiscación y venta de propiedades eclesiásticas. En Albuñuelas, este proceso impactó profundamente al Convento de los Misioneros Franciscanos de Pedro de Alcántara. Un inventario detallado de 1837, firmado por el secretario del ayuntamiento, Antonio García Recalde, documentó los bienes del convento, incluyendo más de 1.000 libros. Tras el Real Decreto de 19 de febrero de 1836, que obligaba a la venta de los bienes del clero secular, los activos del convento fueron subastados. Bajo el mandato del alcalde Nicolás del Castillo, se llevó a cabo el proceso, pero los resultados reflejaron la tendencia nacional: las mejores propiedades pasaron a manos de los más ricos, dejando escasos beneficios para el pueblo llano.


La Desamortización tuvo consecuencias duraderas en Albuñuelas. Con la marcha de los frailes, la vida religiosa del pueblo cambió. La iglesia parroquial fue trasladada a la antigua iglesia del convento, un cambio que ocurrió unos 50 años antes del devastador terremoto de 1884. La iglesia parroquial original quedó en ruinas y fue abandonada, y su solar se destinó a viviendas tras el terremoto. Sin embargo, la nueva iglesia carecía inicialmente de torres; primero se construyó la torre de las campanas y, años después, la del reloj, completando la estructura que hoy es un emblema del pueblo.


En medio de estos cambios, Albuñuelas perdió a una de sus figuras destacadas, el matemático Mariano José Vallejo, quien falleció en Madrid en 1846. Sus contribuciones a las matemáticas españolas fueron motivo de orgullo local, incluso mientras el pueblo lidiaba con transiciones económicas y sociales.


Segunda Mitad del Siglo: Crecimiento e Industria


La segunda mitad del siglo XIX trajo un renacer demográfico y económico a Albuñuelas. Según el historiador Francisco Villegas Molina, la población del Valle de Lecrín creció en unos 1.500 habitantes entre 1857 y 1887. Albuñuelas experimentó el mayor incremento de la región, pasando de 1.601 a 1.963 habitantes en apenas 30 años. Este crecimiento fue impulsado por la expansión de la minería, la industria de extracción de salvia y la roturación de terrenos de monte.


La minería se convirtió en un pilar de la economía de Albuñuelas. Hacia 1850, varias minas de cobalto operaban en los Prados de Lopera, destacando la Mina Carmela, cuyo óxido de cobalto representó a España en la Exposición Universal de Londres de 1851. En las décadas siguientes, se abrieron minas de zinc, hierro, plomo, vanadio y wulfenita en zonas como Cortijo del Humo, Lastonares, Cerro de la Cruz y Barranco de la Cunilla. Estas minas permanecieron activas hasta mediados del siglo XX, sustentando a numerosas familias. Sin embargo, el terreno accidentado, el transporte en mulas hasta Talará y la calidad moderada de los yacimientos presentaban grandes desafíos. Trágicamente, la industria también cobró vidas, como la de un trabajador en Barranco de la Cunilla y Paquillo del Horno en Cerro del Chato.


La industria de la salvia y la expansión agrícola complementaron la minería, creando una economía diversificada que apoyó el aumento poblacional. Estos desarrollos marcaron un período de relativa prosperidad, preparando el escenario para oportunidades y vulnerabilidades al acercarse el fin del siglo.


Último Cuarto del Siglo: Catástrofes y Recuperación


El último cuarto del siglo XIX fue un crisol para Albuñuelas, definido por una serie de eventos devastadores que pusieron a prueba la resiliencia del pueblo. En 1877, la población era de 1.912 habitantes, pero los años siguientes trajeron dificultades sin precedentes.


La noche del 25 de diciembre de 1884, a las 21:08, un terremoto catastrófico sacudió el pueblo durante unos 20 segundos. El desastre cobró 105 vidas, destruyó el 70% de las viviendas y dejó 500 heridos. Los barrios Alto y de la iglesia fueron los más afectados. En medio de la tragedia, nació un rayo de esperanza: Juan Cuevas, hijo de Eduardo Callejas, vino al mundo en una cueva, su nombre reflejando las circunstancias de su nacimiento. Periódicos sensacionalistas exageraron y distorsionaron el impacto del evento, obligando al alcalde a desmentir varias informaciones. La realidad, sin embargo, era lo suficientemente grave, con el pueblo enfrentando pérdidas inmensas.


Las desgracias continuaron en 1885. En mayo, una tormenta de granizo destruyó la cosecha de cereales, agravando la escasez de alimentos. En agosto, una epidemia de cólera, supuestamente traída por segadores de La Malahá, azotó Albuñuelas, causando 57 muertes y numerosos infectados. La mala gestión del ayuntamiento llevó a su intervención por autoridades superiores en 1885, sumando más problemas. Hacia 1887, el oídio y la filoxera devastaron los viñedos, destruyendo otra fuente vital de ingresos.


Ante tanta adversidad, muchos habitantes optaron por emigrar, y varias familias cruzaron el Atlántico en busca de mejores horizontes. La combinación de desastres naturales, enfermedades y colapso económico llevó a Albuñuelas al borde del abismo.


Sin embargo, el espíritu del pueblo perduró. En la década de 1890, surgieron signos de recuperación. La apertura de nuevas minas de calamita, el resurgimiento de la industria de la salvia y años meteorológicos favorables fomentaron la estabilización económica. Como un fénix, Albuñuelas comenzó a renacer de sus cenizas, sentando las bases para la renovación en el siglo XX.


Conclusión: Un Siglo de Resistencia


El siglo XIX fue una era definitoria para Albuñuelas, caracterizada por desafíos profundos y una notable resiliencia. Desde las luchas iniciales de la Guerra de la Independencia hasta los cambios económicos de la Desamortización, pasando por la prosperidad minera y la devastación de terremotos, epidemias y plagas agrícolas, el pueblo navegó un paisaje complejo de cambios. Su población fluctuó, sus instituciones evolucionaron y su gente se adaptó a la adversidad con tenacidad.


La historia de Albuñuelas es una de supervivencia y reinvención. Las transformaciones físicas y culturales del siglo —nuevas iglesias, ruinas abandonadas e industrias emergentes— reflejan una comunidad que, a pesar de las adversidades, se negó a ser definida por sus pérdidas. Al amanecer del siglo XX, Albuñuelas se erigía como un testimonio de la fuerza perdurable de su pueblo, lista para enfrentar nuevos horizontes con las lecciones del pasado firmemente arraigadas.

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