26 abril 2025

Albuñuelas en el siglo XVII

 


Albuñuelas en el siglo XVII: un pueblo azotado por la decadencia y la peste


El siglo XVII fue un período de profunda crisis en España, marcado por la decadencia económica, social y demográfica. Esta situación, conocida como el "Siglo de Hierro", afectó a todo el país, y el Valle de Lecrín, en la provincia de Granada, no fue una excepción. Dentro de este contexto, Albuñuelas, un pequeño pueblo de esta comarca, sufrió las consecuencias de un clima adverso, malas cosechas, tensiones sociales y, sobre todo, la devastadora pandemia de peste que golpeó en varias oleadas entre 1679 y 1685. A través de los datos históricos disponibles y un análisis detallado, este artículo reconstruye la vida en Albuñuelas durante este turbulento siglo, destacando los desafíos que enfrentaron sus habitantes y las dinámicas sociales que definieron su historia.


Contexto general: la crisis del siglo XVII en España y el Valle de Lecrín


El siglo XVII español estuvo caracterizado por una combinación de factores que sumieron al país en una profunda crisis. La pérdida de poder político y económico de la monarquía hispánica, las guerras continuas, el declive de la producción agrícola, la presión fiscal y las epidemias recurrentes diezmaron la población y empobrecieron a las comunidades. En el Valle de Lecrín, una región agrícola dependiente de cultivos como la vid, el olivo y los cereales, las dificultades se agravaron por un clima adverso que provocó temporales y sequías. Las malas cosechas generaron hambrunas, mientras que la intervención de las autoridades eclesiásticas, como la diócesis, en la gestión de los granos, exacerbó las tensiones sociales. En Albuñuelas, estas penurias se manifestaron de manera particularmente intensa, con episodios de violencia, como el apuñalamiento de un recaudador de impuestos, y el auge del contrabando de trigo, conocido como "trasperlo", como respuesta a la escasez.


La peste en Albuñuelas: una tragedia en tres actos (1679, 1683 y 1685)


El golpe más duro para Albuñuelas llegó con la pandemia de peste, conocida como "el mal contagio", que azotó el pueblo en tres oleadas: 1679, 1683 y 1685. La primera y más devastadora de estas epidemias tuvo lugar en 1679, dejando un rastro de muerte y desolación, especialmente en el barrio bajo, que se convirtió en el epicentro del contagio.


La primera ola de 1679


El primer caso documentado de peste en Albuñuelas apareció en mayo de 1679, cuando Francisco de Medina cayó enfermo. Sin embargo, la situación no se consideró alarmante hasta mediados de junio, cuando el cirujano Juan de Palma certificó la muerte de nueve personas en el barrio bajo, todas con síntomas característicos de la peste, como bubones en las ingles. La gravedad de la situación llevó a las autoridades locales a implementar medidas drásticas. Se estableció un cordón sanitario para aislar el barrio bajo de los otros dos barrios del pueblo, situados en una zona más elevada. Se organizaron guardias para controlar el movimiento de personas, pero la falta de recursos y la desesperación de los habitantes dificultaron su cumplimiento.


Las autoridades también ordenaron que los habitantes del barrio bajo enterraran a sus propios muertos en lugares alejados del cementerio parroquial, ubicado junto a la iglesia, para evitar la propagación del contagio. Inicialmente, los vecinos cumplieron con esta disposición, pero la situación pronto se descontroló. Los cuerpos comenzaron a ser abandonados en cualquier lugar, y el barrio bajo quedó prácticamente despoblado debido a las muertes y la huida de los supervivientes. Para hacer frente a esta crisis, el consistorio contrató a una persona, pagándole 200 ducados, para que se encargara de enterrar los cadáveres y minimizar los riesgos de contaminación del aire y las aguas. Sin embargo, los relatos de la época describen escenas macabras, como cuerpos devorados por perros callejeros, reflejo del colapso social y sanitario.


Un caso particularmente trágico fue el de Francisco de Chica Ocaña, quien, tras la muerte de su esposa Cecilia, abandonó a su hija de ocho meses junto al cadáver y huyó. La niña fue encontrada muerta, devorada por los perros, un episodio que ilustra la desesperación y el abandono que marcaron esta crisis. La primera ola de la peste llegó a su fin en octubre de 1679, con la muerte de María de Lis, certificada como la última víctima de esta etapa, cuyo cuerpo fue enterrado en el cementerio cristiano.


Las oleadas de 1683 y 1685


Aunque las epidemias posteriores, en 1683 y 1685, fueron menos letales, dejaron una huella significativa en la comunidad. Estas oleadas agravaron la debilidad demográfica y económica del pueblo, que ya había sido duramente golpeado. La población, que en 1591 era de 730 habitantes, apenas alcanzó los 800 en 1730, lo que refleja un estancamiento demográfico de más de un siglo, atribuible a las enfermedades, la malnutrición y las condiciones de vida precarias.


Impacto social: la rivalidad entre barrios


La peste no solo diezmó la población de Albuñuelas, sino que también dejó profundas cicatrices sociales. El cordón sanitario, aunque tuvo un éxito limitado en contener el contagio, exacerbó las tensiones entre los barrios del pueblo. El barrio bajo, que sufrió las peores consecuencias de la epidemia, fue estigmatizado, y sus habitantes fueron vistos con desconfianza por los residentes de los barrios altos. Esta división fomentó una rivalidad que, según los registros históricos, perduró hasta bien entrado el siglo XX. La percepción de que el barrio bajo era un foco de enfermedad y pobreza creó una fractura social que marcó la identidad del pueblo durante generaciones.


La economía y la vida cotidiana en Albuñuelas


A pesar de las adversidades, la vida en Albuñuelas continuó, marcada por la lucha por la supervivencia. La economía del pueblo dependía principalmente de la agricultura, con cultivos de trigo, vid y olivo como pilares fundamentales. Sin embargo, las malas cosechas, agravadas por temporales y un clima adverso, redujeron la producción y generaron hambrunas. La intervención de la diócesis en las cosechas de trigo, destinada a garantizar el suministro de alimentos, provocó descontento entre los campesinos, que veían cómo sus esfuerzos eran confiscados. El contrabando de trigo se convirtió en una práctica común, reflejo de la resistencia de los habitantes ante la presión fiscal y la escasez.


La presión de los impuestos también generó conflictos. El apuñalamiento de un recaudador de impuestos en Albuñuelas es un ejemplo de la frustración y la violencia que podían surgir en un contexto de miseria. Estos episodios, aunque puntuales, muestran el grado de tensión social que caracterizó el siglo XVII en el pueblo.


Evolución demográfica y recuperación posterior


Los datos demográficos de Albuñuelas reflejan el impacto de la crisis del siglo XVII. En 1591, el pueblo tenía 730 habitantes, una cifra que apenas creció hasta los 800 en 1730. Este estancamiento se explica por la combinación de epidemias, hambrunas y migraciones forzadas por la pobreza. Sin embargo, a partir de la década de 1730, Albuñuelas comenzó a experimentar una recuperación gradual. La apertura de nuevas tierras de secano para el cultivo atrajo a colonos, lo que impulsó el crecimiento demográfico. Hacia 1787, la población había alcanzado los 2228 habitantes, un aumento significativo que reflejaba una nueva etapa de expansión agrícola y estabilidad relativa.


El Catastro de Ensenada y la memoria de Albuñuelas


A mediados del siglo XVIII, el ministro Marqués de la Ensenada ordenó la realización de un inventario nacional, conocido como el Catastro de Ensenada, para recopilar información detallada sobre los pueblos, villas y ciudades de España. En Albuñuelas, este cuestionario, completado probablemente por el cura del pueblo, documentó aspectos como la población, los cultivos, las industrias y la geografía local. Aunque el mapa original de Albuñuelas se perdió, este documento ofrece una valiosa instantánea de la vida en el pueblo y su evolución tras la crisis del siglo XVII. La transcripción de este inventario, junto con las referencias en el Diccionario Histórico Geográfico de Tomás López, proporciona una base sólida para comprender la historia de Albuñuelas en este período.


Conclusión


El siglo XVII fue un período de enormes desafíos para Albuñuelas, un pueblo que, como muchos otros en España, enfrentó las consecuencias de la decadencia nacional. La peste de 1679, con sus trágicas escenas de muerte y abandono, marcó un punto de inflexión en la historia del pueblo, dejando cicatrices demográficas y sociales que tardarían generaciones en sanar. Sin embargo, la resiliencia de sus habitantes, manifestada en la recuperación demográfica y agrícola del siglo XVIII, demuestra la capacidad de esta comunidad para sobreponerse a las adversidades. La rivalidad entre barrios, el impacto de las epidemias y las luchas cotidianas por la supervivencia son elementos que definen la identidad de Albuñuelas en este período. A través de los datos históricos y las anécdotas locales, podemos reconstruir un retrato vívido de un pueblo que, a pesar de las penurias, logró encontrar un camino hacia la recuperación.

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