Fray Cristóbal Molina y la épica batalla del Puente de Tablate
En el corazón del Valle de Lecrín, donde las abruptas montañas de Granada custodian el paso hacia la Alpujarra, se encuentra el hoy silencioso pueblo de Tablate. Sus precipicios, testigos mudos de innumerables batallas, guardan la memoria de un episodio que marcó la historia de las Guerras de Granada: la hazaña de Fray Cristóbal Molina y la batalla del Puente de Tablate el 10 de enero de 1569.
Durante la rebelión de los moriscos, liderados por Abén-Humeya, el estratégico Puente de Tablate se convirtió en un punto clave. Este estrecho paso, suspendido sobre un barranco de cien metros de profundidad, era la puerta de entrada a la Alpujarra desde Granada. Los moriscos, conscientes de su importancia, destruyeron el puente y se atrincheraron en la orilla opuesta, confiados en que el abismo detendría al ejército cristiano del Marqués de Mondéjar, compuesto por 2.000 infantes y 400 jinetes. Frente a ellos, 3.500 rebeldes aguardaban, según las crónicas de Diego Hurtado de Mendoza.
Pero en medio de la tensión, un hombre desafió lo imposible: Fray Cristóbal Molina, un fraile franciscano cuya valentía resonaría a través de los siglos.
Con un crucifijo en la mano izquierda, una espada en la derecha, los hábitos recogidos y una rodela a la espalda, el fraile se lanzó hacia el abismo. Apoyándose en un precario madero, cruzó el puente destrozado, desafiando la muerte ante la mirada atónita de ambos bandos. Según relata el historiador Pedro Antonio de Alarcón, “cuando todos esperaban verle caer, se admiraron de contemplarle salvo en la orilla opuesta”.
Su acto de arrojo no solo sembró el terror entre los moriscos, sino que inspiró a los soldados cristianos. Animados por el ejemplo del fraile, las tropas del Marqués de Mondéjar avanzaron, reconstruyeron provisionalmente el puente con ramas y madera, y cruzaron el barranco. La batalla fue feroz, pero los arcabuces cristianos causaron estragos entre los rebeldes, que finalmente cedieron el paso. Esta victoria permitió al ejército cristiano adentrarse en la Alpujarra, marcando un punto de inflexión en la Guerra de las Alpujarras (1568-1571).
El Puente de Tablate, de origen nazarí y reconstruido en múltiples ocasiones tras ser destruido en conflictos, sigue en pie como un símbolo de resistencia y estrategia. Sus piedras han soportado la sangre de fenicios, romanos, godos, árabes y españoles, pero ninguna historia resuena tanto como la de Fray Cristóbal Molina, el fraile que cruzó el vacío con fe y acero.
Hoy, Tablate es un pueblo fantasma, pero su legado histórico y las leyendas que lo rodean, incluidas las de fenómenos paranormales, mantienen viva su memoria. La próxima vez que pases por el Valle de Lecrín, detente a contemplar el barranco de Tablate y recuerda la valentía de un fraile que, con un tablón bajo los pies, cambió el curso de una batalla.
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Nota: Este artículo está basado en fuentes históricas y crónicas de la época, como las de Diego Hurtado de Mendoza y Pedro Antonio de Alarcón.
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