Hernando de Córdoba y Válor: El Rey Morisco que Desafió un Imperio
En la Plaza de la Iglesia de Béznar, en el corazón del Valle de Lecrín, un hombre se alzó como símbolo de resistencia: Hernando de Córdoba y Válor, coronado como Mahamet Aben Humeya, rey de los moriscos. Descendiente de los Omeyas de Córdoba, su historia es la de un noble granadino que lideró la Rebelión de las Alpujarras (1568-1571), un episodio crucial en la historia de España que marcó el destino de los moriscos.
Nacido alrededor de 1545 en Válor, Fernando (o Hernando) de Córdoba y Válor provenía de una familia musulmana que, tras la conquista de Granada en 1492, pactó su conversión al cristianismo. A cambio, los Reyes Católicos otorgaron a su abuelo el señorío de Válor y el privilegio de formar parte del cabildo granadino. La familia, conocida como "Los Valoríes", se estableció en Válor el Alto, añadiendo este nombre a su apellido. Hernando, bautizado como cristiano, llegó a ser Caballero Veinticuatro de Granada, un cargo de prestigio en el gobierno municipal. Sin embargo, su vida dio un giro dramático tras el edicto de Felipe II en 1567, la Pragmática Sanción, que obligaba a los moriscos a abandonar su lengua, vestimenta y costumbres, avivando el descontento de una población ya marginada.
El Valle de Lecrín, paso estratégico entre Granada y las Alpujarras, se convirtió en un escenario clave de la rebelión. En diciembre de 1568, Hernando fue proclamado rey de los moriscos en Béznar, adoptando el nombre de Muhammad ibn Umayya (Aben Humeya), en referencia a su linaje omeya. Según la leyenda, su coronación tuvo lugar bajo el "Olivo del Moro", entre Narila y Cádiar, en un acto solemne donde juró sobre el Corán, fue vestido de púrpura y recibió la obediencia de sus seguidores. Con el apoyo de su tío, Hernando el Zaguer, alguacil de Cádiar, Aben Humeya reunió un ejército que creció de 4,000 a 25,000 hombres, enfrentándose a las tropas reales lideradas por el Marqués de Mondéjar, el Marqués de los Vélez y, finalmente, Don Juan de Austria.
La rebelión, que adoptó tácticas de guerrilla en el terreno montañoso de las Alpujarras, fue una lucha desesperada por preservar la identidad morisca. En el Valle de Lecrín, se libraron cruentas batallas, como la del Puente de Tablate, y se derramó sangre de monfíes y cristianos. Un episodio destacado fue el valiente ataque de un grupo de béznareros que, con solo 25 hombres, rescató el Santísimo robado por monfíes del Nacoz de Nigüelas, sorprendiendo incluso a Don Juan de Austria.
Sin embargo, el liderazgo de Aben Humeya no estuvo exento de controversias. Su carácter despótico y decisiones arbitrarias, como la desconfianza hacia sus aliados turcos y norteafricanos, generaron divisiones internas. En octubre de 1569, en Laujar de Andarax, fue asesinado por su cuñado Diego Alguacil y Diego de Rojas, motivados por rencillas personales y traiciones. Su primo, Aben Aboo, lo sucedió, pero la rebelión fue sofocada en 1571, seguida de la deportación masiva de los moriscos del Reino de Granada.
Un legado fascinante de Aben Humeya fue la organización de los Juegos Moriscos en Purchena (septiembre de 1569), un evento con pruebas deportivas de ascendencia olímpica, como lucha, levantamiento de piedras y carreras, que buscaba entrenar a sus tropas y recuperar tradiciones moriscas.
Este hecho, único en la historia, es conmemorado anualmente en Purchena desde 1993 y fue elogiado por Juan Antonio Samaranch como "el eslabón perdido" entre los juegos de la Antigüedad y la modernidad.
Hoy, el Valle de Lecrín y las Alpujarras guardan la memoria de Aben Humeya, un líder que soñó con una Andalucía libre, pero cuya rebelión marcó el trágico fin de la presencia morisca en España. Su historia, llena de gestas y contradicciones, sigue resonando en los olivos centenarios y los senderos de estas tierras.
Comparte esta historia y descubre más sobre el legado de Aben Humeya en el Valle de Lecrín. ¿Conocías su papel en la Rebelión de las Alpujarras?
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