20 mayo 2025

II Marqués de los Vélez


 El Papel de D. Luis Fajardo de la Cueva, II Marqués de los Vélez, en la Rebelión de las Alpujarras (1568-1571)


La Rebelión de las Alpujarras (1568-1571) fue un conflicto crucial en la historia de España, desencadenado por la sublevación de los moriscos del Reino de Granada contra las políticas restrictivas de Felipe II. Entre los protagonistas de esta guerra destacó D. Luis Fajardo de la Cueva, II Marqués de los Vélez, un noble y militar español conocido por su ferocidad y liderazgo. Apodado “el diablo de la cabeza de hierro” por los moriscos debido a su imponente presencia y carácter belicoso, su intervención fue clave en varias batallas, aunque no exenta de controversias. A continuación, detallamos su papel y las batallas en las que participó, basándonos en fuentes históricas. 🛡️⚔️


Contexto: La Rebelión de las Alpujarras

La revuelta estalló en la Navidad de 1568, cuando los moriscos, liderados por Abén Humeya, se alzaron contra la Pragmática Sanción de 1567, que limitaba sus libertades culturales. El conflicto, también conocido como la Guerra de las Alpujarras, se extendió por la región montañosa de Granada y Almería, marcada por la violencia extrema de ambos bandos. D. Luis Fajardo, como Adelantado Mayor y Capitán General de Murcia y Granada, comandó un ejército de 2.000 infantes, 300 jinetes y seis piezas de artillería ligera, enfrentándose a los rebeldes desde el flanco oriental. Su rivalidad con el Marqués de Mondéjar, otro líder cristiano, marcó el desarrollo de la campaña. 🏰


Batallas en las que intervino D. Luis Fajardo


Batalla de Huécija (13 de enero de 1569)


A principios de enero de 1569, D. Luis Fajardo partió desde su castillo en Vélez-Blanco hacia la Alpujarra oriental. Su primera acción significativa fue en Huécija, capital de la taha de Marchena. Los moriscos, liderados por el general El Gorri y Puertocarrero, intentaron bloquear su avance con unos 10.000 combatientes. Fajardo, con 5.000 infantes y 700 animales de bagaje, remontó el río Nacimiento y, tras acampar en Santa Cruz de Boloduy, avanzó hacia Huécija. La batalla fue intensa, pero la superioridad táctica y la disciplina de sus tropas le permitieron despejar la retaguardia y avanzar hacia la Alpujarra, consolidando el control cristiano en la zona. Esta victoria inicial demostró su capacidad para movilizar grandes contingentes, aunque su dureza alimentó la resistencia morisca.


Batalla de Félix (19 de enero de 1569)


Continuando su campaña, Fajardo llegó a Félix, donde se enfrentó a unos 2.000 moriscos. La batalla fue especialmente cruenta, con 1.000 moriscos muertos y un pillaje posterior que desató la indisciplina entre sus tropas. A pesar de las órdenes estrictas de Fajardo contra el saqueo, sus soldados, motivados por el botín, cometieron excesos que radicalizaron aún más a los moriscos. Esta victoria, aunque tácticamente exitosa, tuvo un costo estratégico: los desmanes de sus tropas dificultaron la pacificación y alimentaron el resentimiento, dando nueva fuerza a la rebelión.


Batalla de Ohanes (1 de febrero de 1569)


En Ohanes, Fajardo enfrentó a 2.000 moriscos en un combate marcado por la brutalidad. Sus tropas llegaron al pueblo tras conocer el degüello de 73 cristianas, lo que desató una respuesta feroz. La batalla resultó en 1.000 bajas moriscas, pero el pillaje posterior fue aún más descontrolado que en Félix. La indisciplina de sus soldados, sumada a la crueldad del conflicto, debilitó la autoridad de Fajardo y complicó la coordinación con el Marqués de Mondéjar, quien operaba desde el oeste. Este episodio destacó la dificultad de controlar a las milicias cristianas, integradas por soldados poco entrenados y motivados por el botín.


Batalla de Berja (2 de junio de 1569)


Uno de los enfrentamientos más significativos fue la Batalla de Berja, donde Fajardo se enfrentó directamente a Abén Humeya, líder morisco. Los rebeldes, con unos 4.500 combatientes, incluidos 400 berberiscos y otomanos, intentaron destruir el ejército de Fajardo. Este desplegó una estrategia defensiva inicial, reforzando la arcabucería en las cuatro entradas a la plaza de Berja, seguida de un contraataque de caballería liderado por él mismo, mientras su hijo Francisco Fajardo mantenía la infantería. La maniobra fue decisiva, resultando en una victoria cristiana que marcó un punto de inflexión en la campaña oriental. Sin embargo, el éxito fue efímero, ya que la falta de provisiones y las deserciones posteriores obligaron a Fajardo a replegarse a Adra. Una estatua en la Plaza de la Constitución de Berja conmemora su liderazgo en esta batalla.


Batalla de Válor (agosto de 1569)


Reforzado con tercios italianos y un ejército de casi 7.000 hombres, Fajardo entró nuevamente en las Alpujarras y logró una victoria en Válor, tierra natal de Abén Humeya. Sin embargo, esta victoria también fue pasajera. Las dificultades logísticas, el hambre y las deserciones redujeron su ejército a la mitad. Acampado en La Calahorra, Fajardo enfrentó problemas de abastecimiento y críticas por no mover los bagajes disponibles en Guadix. La falta de apoyo y la desorganización debilitaron su posición, permitiendo a los moriscos recuperar terreno. Este episodio evidenció las limitaciones de su estrategia en un terreno montañoso propicio para la guerrilla morisca.


Retiro y legado


A pesar de sus esfuerzos, la campaña de Fajardo se vio limitada por la indisciplina de sus tropas, la rivalidad con Mondéjar y las dificultades del terreno. En marzo de 1570, agotado y criticado por su falta de disciplina, presentó su dimisión, que Felipe II aceptó.


 Para compensarlo, el rey lo nombró presidente del Consejo de Indias, un cargo honorífico. Fajardo se retiró a Vélez-Blanco, donde falleció el 4 de julio de 1574. Su papel en la Rebelión de las Alpujarras fue controvertido: sus victorias en Huécija, Félix, Ohanes, Berja y Válor mostraron su capacidad militar, pero su dureza y la indisciplina de sus tropas exacerbaron el conflicto.


Conclusión


D. Luis Fajardo de la Cueva, II Marqués de los Vélez, dejó una huella imborrable en la Rebelión de las Alpujarras. Su apodo, “el diablo de la cabeza de hierro”, refleja el temor que inspiraba, pero también la complejidad de su liderazgo en un conflicto marcado por la violencia y la división. Su legado perdura en Berja, donde una estatua honra su victoria de 1569, y en la historia de un conflicto que transformó el Reino de Granada. 🏰⚔️


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