23 abril 2025

Béznar en los Años 60 y 70



Béznar en los Años 60 y 70:

 Un Retrato de Vida, Tradición y Transformación

 

 

Béznar, un pequeño pueblo del Valle de Lecrín en la provincia de Granada, vivió durante los años 60 y principios de los 70 un período de vitalidad, comunidad y cambios significativos. Con una población que alcanzó los 700 habitantes, esta localidad, entonces un municipio independiente, era un microcosmos de la Andalucía rural, donde la agricultura, las tradiciones y la convivencia definían la vida diaria. Este artículo, inspirado en los recuerdos de José Antonio Del Río Garvi, quien vivió en Béznar durante esos años, y complementado con datos históricos, reconstruye la esencia del pueblo en esa época, capturando su espíritu, sus costumbres y los retos que enfrentó.

 

 

Estructura del Pueblo: Dos Núcleos, Una Comunidad

 

En los años 60, Béznar estaba dividido en dos núcleos poblacionales que moldeaban su identidad. El primero, conocido como el barrio principal, se extendía desde el barrio de Cartagena hasta la Venta de Grau, siguiendo la carretera general Bailén-Motril, hoy llamada Calle Real. Esta arteria era el corazón del pueblo, donde se concentraban comercios, bares y la vida social. El segundo núcleo, el Barrio Bajo, estaba situado en una zona más próxima al río, pero su destino cambiaría drásticamente con la construcción del embalse de Béznar, iniciada en 1977. Muchos de sus habitantes fueron reubicados en el nuevo barrio de Peloteos, marcando una transformación irreversible en la geografía del pueblo.

 

Con unos 700 habitantes, Béznar era una comunidad vibrante y autosuficiente. El pueblo tenía su propio ayuntamiento, reflejo de su autonomía administrativa hasta 1973, cuando se integró en el municipio de Lecrín. La presencia de un cura párroco residente y dos escuelas —una para niños y otra para niñas, con maestro y maestra viviendo en el pueblo— reforzaba la cohesión social. Estas instituciones no solo proporcionaban educación y guía espiritual, sino que también eran puntos de encuentro para los vecinos.

 

 

Una Economía Agraria en Auge

 

La economía de Béznar en los años 60 y 70 giraba en torno a la agricultura, con los cítricos como protagonistas. Los naranjos y limoneros del Valle de Lecrín eran célebres por su calidad, y Béznar vivía un auge en la comercialización de estos frutos. Compañías como La Tana y compradores particulares, algunos incluso del propio pueblo, impulsaban un comercio dinámico. Camiones cargados de naranjas y limones salían regularmente, conectando Béznar con mercados más amplios. Este período, considerado por muchos, incluido José Antonio Del Río Garvi, como uno de los más prósperos, trajo una relativa estabilidad económica que permitió a las familias invertir en el futuro.

 

Este boom agrícola tuvo un impacto significativo en la educación. Hasta mediados de los 60, solo un puñado de jóvenes (entre 5 y 7) cursaban estudios superiores o universitarios. Sin embargo, en 1966-1967, este número creció a más de 12, un indicio de las nuevas oportunidades que la bonanza económica abría. Los jóvenes comenzaban a mirar más allá del pueblo, estudiando en Granada o en colegios fuera de la localidad, lo que marcaba el inicio de un cambio cultural.

 

 

Comercio y Servicios: Un Pueblo Autosuficiente

 

Béznar era, en muchos sentidos, un pueblo autosuficiente. Contaba con una sorprendente variedad de comercios y servicios para su tamaño. Había cuatro tiendas de abastos: la de "La Moya", la de "Sención", la de "Antonio y Amancia" y la de "Josefica" en el Bar Limonero. Dos panaderías abastecían de pan fresco a diario, y cuatro bares —lugares clave para la socialización— ofrecían café, carajillos y un espacio para charlar sobre la vida, los cultivos o las noticias. El Bar Limonero, pionero en tener televisión en blanco y negro, era un punto de reunión para ver eventos como el Tour de Francia o la Vuelta a España, aunque la señal a veces fallaba, para frustración de los espectadores.

 

El pueblo también tenía una barbería y una peluquería de señoras, así como una centralita telefónica que conectaba a Béznar con el exterior. El mercado semanal, con tres o cuatro puestos de pescado, carne, frutas y verduras, era otro pilar de la vida local. Pero quizás lo más sorprendente era la presencia de un cine en "La Posá", donde se proyectaban películas, y la organización ocasional de funciones teatrales, que atraían a vecinos de todas las edades. Estos espacios culturales, aunque modestos, enriquecían la vida del pueblo y ofrecían alternativas de ocio en una época sin las distracciones tecnológicas de hoy.

 

 

Vida Social y Diversiones: Simplicidad y Alegría

 

La vida social en Béznar era sencilla pero profundamente comunitaria, como recuerda José Antonio Del Río Garvi. Las diversiones reflejaban el carácter humilde y creativo de sus habitantes. En invierno, los bares eran el epicentro de la actividad. Los hombres jugaban a las cartas, compartían tratos agrícolas o discutían sobre jornaleros, mientras las mujeres se reunían en casas para charlar o coser. Los bailes, organizados en salas o domicilios particulares, eran momentos de alegría colectiva. Un toca-discos de aguja, una radio o incluso un acordeón bastaban para animar la velada. La "matanza" del cerdo, una tradición arraigada, no solo aseguraba provisiones para el invierno, sino que también era una ocasión para reunir a la familia y los vecinos.

 

En verano, el río se convertía en el lugar predilecto para el ocio. Los jóvenes bajaban la empinada cuesta hasta el río, donde creaban pozas para refrescarse. Allí, con sandías enfriadas en la corriente, gaseosas como La Casera, Sanitex o La Pitusa, y sangría casera, pasaban tardes llenas de risas y camaradería. Al atardecer, exhaustos pero felices, subían la cuesta con la piel bronceada o quemada por el sol, llevando consigo recuerdos imborrables de juventud.

 

Las excursiones a la playa eran otro ritual veraniego, descrito vívidamente por Del Río Garvi. Algunas familias organizaban viajes en camiones adaptados, cargados de comida y bebida. En la costa, los vecinos compartían viandas pantagruélicas, desde tortilla de patatas hasta embutidos caseros, mientras disfrutaban del mar. Sin embargo, el regreso no siempre era fácil. Las temidas "curvas de los caracolillos de Vélez", como se conocía a las sinuosas carreteras entre la costa y Béznar, ponían a prueba los estómagos de los excursionistas. Algunos, abrumados por la comida y el traqueteo, devolvían todo lo ingerido en el camino, un recuerdo agridulce que, sin embargo, no empañaba la alegría de la jornada. A pesar de estos contratiempos, nadie se arrepentía, y las excursiones se planificaban con entusiasmo para la siguiente ocasión.

 

 

Tradiciones y Fiestas: El Corazón de Béznar

 

Las tradiciones eran el alma de Béznar, y en los años 60 y 70, las fiestas patronales en honor a San Antón, celebradas en septiembre, eran el evento más esperado. La Hermandad de los Mosqueteros del Santísimo Sacramento, con su desfile de uniformes coloridos y disparos de arcabuces, llenaba las calles de pólvora, música y devoción. Esta tradición, declarada Bien de Interés Cultural, no solo conectaba a los bezneros con su pasado, sino que también atraía a visitantes de la comarca.

 

Otra práctica singular era el "sepulcro de naranjas" durante la Semana Santa, cuando los vecinos donaban cítricos para crear una estructura decorativa en la iglesia de Santa María la Mayor. Este acto simbolizaba la generosidad y el orgullo por los frutos de la tierra. Además, la romería de la Virgen del Carmen, aunque menos documentada en esta época, comenzaba a ganar relevancia, consolidándose en décadas posteriores.

 

 

Cambios y Desafíos: Hacia un Nuevo Horizonte

 

A finales de los 60 y principios de los 70, Béznar estaba en la cúspide de un cambio. La prosperidad agrícola y el aumento de estudiantes universitarios reflejaban un pueblo en transición, mirando hacia un futuro más conectado con el mundo exterior. Sin embargo, también enfrentaba retos. La emigración rural, un fenómeno que afectó a muchas zonas de Andalucía, comenzó a reducir la población. Además, la decisión de construir el embalse de Béznar, aprobada en los años 70, marcaría un punto de inflexión. La inundación del Barrio Bajo, completada en los 80, obligó a reubicar a muchas familias en Peloteos, alterando la estructura física y emocional del pueblo.

En 1973, la pérdida de la autonomía municipal, con la integración en el municipio de Lecrín, fue otro cambio significativo. Aunque Béznar mantuvo su identidad cultural, la centralización administrativa reflejaba las transformaciones más amplias que vivía la España rural.

 

 

Conclusión: Un Legado de Vida y Resiliencia

 

Los años 60 y 70 en Béznar fueron una época de plenitud, marcada por una comunidad unida, una economía agraria floreciente y una vida social rica en tradiciones y creatividad. Los recuerdos de José Antonio Del Río Garvi, con sus evocaciones de las tardes en el río, las excursiones a la playa marcadas por las curvas de los "caracolillos de Vélez", los bailes improvisados y las fiestas patronales, pintan un cuadro de alegría y simplicidad. Sin embargo, también fueron años de cambio, con el inicio de la emigración, el aumento de la educación superior y los primeros pasos hacia la modernización que culminarían con la construcción del embalse.

 

Para quienes lo vivieron, como Del Río Garvi, Béznar en esa época no es solo un lugar, sino un sentimiento de pertenencia, de juventud compartida y de orgullo por un pueblo que, con poco, lo tenía casi todo. Para las nuevas generaciones, estas historias son un puente hacia un pasado que sigue vivo en las tradiciones, los cítricos y el espíritu resiliente de Béznar. Como él mismo dice, esto no es un cuento: es la vida misma, contada con el corazón de un beznero.

 


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario