Un relato inspirado en la leyenda de Albuñuelas, La Luz de la Rambla.
“La Luz de la Rambla”
Albuñuelas, siglos de misterio
Hay caminos que al caer la noche se llenan de silencio,
y hay silencios que brillan,
aunque no haya luna.
En Albuñuelas, desde tiempos que nadie recuerda,
corre de boca en boca la historia de una luz solitaria
que aparece en la rambla profunda,
cuando el sol ya se ha escondido y el viento huele a romero mojado.
Dicen que no es farol, ni candil, ni fuego fatuo.
Que no asusta, ni quema,
pero tampoco se deja atrapar.
Los pastores la han visto.
También caminantes, muleros y hasta alguna muchacha que volvía tarde del lavadero.
A veces aparece cerca del Barrio Bajo,
otras junto al molino viejo o bajo las chumberas del camino del pilar.
El abuelo Mateo contaba que la vio una vez, de joven,
cuando cruzaba la rambla con un saco de almendras al hombro.
—“Era como una llama blanca que flotaba a un palmo del suelo,”
decía.
—“Me seguía, sin ruido.
Y cuando me detuve, también paró.
Y cuando dije en voz alta ‘¡Quién anda ahí!’,
la luz se inclinó…
como saludando.
Y luego, desapareció entre los juncos,
dejando olor a tomillo y pan recién hecho.”
Hay quien cree que es el alma de una mujer buena
que murió esperando a su hijo,
o de algún morisco que no quiso abandonar el pueblo.
Otros dicen que es el espíritu del agua,
que aún recorre las venas ocultas del barranco,
guiando a quienes se pierden
o protegiendo a los que caminan con miedo.
Pero todos coinciden en algo:
quien ve la Luz de la Rambla
no vuelve siendo el mismo.
Dicen que algo se les queda en el pecho,
como si hubieran recibido un secreto
o una caricia del más allá.
Y si le preguntas a los viejos del lugar,
te dirán con media sonrisa:
—“No la busques.
Ella aparece… cuando más la necesitas.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario