28 abril 2025

El Valle Morisco


 El Valle Morisco


El Valle de Lecrín, situado en la provincia de Granada, fue testigo de intensos conflictos durante el siglo XVI. Tras la conquista de Granada en 1492, los moriscos —musulmanes convertidos al cristianismo— enfrentaron políticas de asimilación forzada. En 1499, la imposición de conversiones por el cardenal Cisneros provocó una rebelión en el Albaicín, apoyada por los moriscos de la Alpujarra, con el Valle de Lecrín como uno de los principales focos de resistencia.


En 1501, se estableció la organización eclesiástica en la región, creando parroquias en localidades como Restábal, Béznar, Padul y Lanjarón. Las iglesias construidas en este periodo, como la de Béznar, presentan elementos góticos y mudéjares, reflejando la fusión cultural de la época.


La situación se agravó en 1567 cuando Felipe II prohibió las costumbres moriscas, incluyendo su lengua y vestimenta. Esto desencadenó la gran Rebelión de las Alpujarras en 1568, liderada por Abén Humeya, proclamado rey en Béznar. El Valle de Lecrín se convirtió entonces en un campo de batalla entre los moriscos y las tropas reales. En lugares como el Puente de Tablate se libraron enfrentamientos clave, donde el marqués de Mondéjar, Íñigo López de Mendoza, logró atravesarlo a pesar de la fuerte resistencia morisca.


La rebelión fue sofocada en 1571 tras la intervención de don Juan de Austria, enviado personalmente por Felipe II. Las consecuencias fueron drásticas: muchos moriscos fueron ejecutados, otros deportados a Extremadura, Castilla, Galicia y León, y sus tierras confiscadas.


El Valle de Lecrín, que antes de la rebelión contaba con más de 5.400 habitantes moriscos, quedó prácticamente despoblado. Para revertir esta situación, se promovió la repoblación con "cristianos viejos" procedentes de Andalucía (especialmente Jaén y Córdoba), así como de otras regiones como Castilla, Galicia y Extremadura. Sin embargo, los nuevos pobladores desconocían las sofisticadas técnicas agrícolas de los moriscos, lo que llevó al declive económico de la comarca.


Hoy en día, el paisaje y las aldeas del Valle de Lecrín aún conservan la impronta de su pasado morisco. Entre bancales de naranjos, acequias centenarias y torres de antiguas iglesias, sobreviven los ecos de una historia apasionante marcada por la resistencia, la fe y la transformación.


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