04 abril 2025

5. Relato de vida entre los 29 y 30 años (1993–1995)



5. Miguel Ángel Molina Palma: Relato de vida entre los 29 y 30 años (1993–1995)

 

A los 29 años, Miguel Ángel vivía en un equilibrio entre la pasión literaria, el compromiso con la formación de opositores y una intensa vida personal. En el verano de 1993, el amor tenía nombre propio: Angélica. Juntos disfrutaron de escapadas a Granada, alojándose en los hoteles Reina Cristina y Sacromonte, y más adelante, junto a la hija de ella, compartieron un retiro en el Balneario de Tolox, en plena sierra malagueña, donde los vapores curativos y el murmullo de la historia impregnaban el alma y la piel.

 

En octubre, Miguel Ángel escribió uno de sus poemas más emotivos, titulado simplemente Angélica, donde la comparaba con la Vega de Granada, con el mar, la lluvia y la pureza del aire. Sin embargo, el inicio de 1994 trajo el fin de aquella relación.

 

Desde el corazón de Huelva, donde residía y trabajaba en la Administración de Justicia, su vida se organizaba en torno a la palabra. Publicó Viento de polvo y éter, su primer poemario, con una edición de 500 ejemplares, cristalizando años de sensibilidad y observación. En paralelo, se volcó en su vocación pedagógica, preparando a decenas de alumnos para las oposiciones. Sus esquemas, normas de estudio, correcciones, psicotécnicos y temas legales eran parte de su día a día, y los fines de semana se dedicaban a organizar materiales y perfeccionar el método.

 

Su implicación se extendía a la cultura local. En el Bar 1900 de Huelva, compartía tertulias literarias con figuras como Uberto Stabile, Francis Rosales, Isabel Linares y otros escritores que presentaban sus obras. Allí se hablaba de poesía, de arte, de política… y de la vida. En abril de 1994 asistió a un recital de la cantante Cinta Hermo, quien le cautivó con su raíz flamenca y su experiencia internacional.

 

En junio regresó a Melegís, su pueblo natal, para las fiestas de San Antonio de Padua. Fue una vuelta a las raíces, a los cohetes que le retumbaban en los oídos, a las misas en la Plaza de la Iglesia, a los pasodobles y a las mayorets desfilando. En agosto, volvió al Balneario de Tolox, esta vez con una nueva ilusión: Fátima. Pero aquella historia no cuajó, y con el tiempo quedó en el recuerdo como un encuentro que no llegó a encajar con su energía vital.

 

A los 30 años, su rutina se diversificó aún más. Dio clases a varios grupos de opositores, clasificándolos en niveles y organizando planes semanales que reflejaban una clara vocación didáctica. Su agenda estaba plagada de nombres: Cinta, Mariló, Juan Venegas Columé, Baltasar, Rosa Isabel, José Carlos… muchos de ellos aprobaron el primer examen, y sus éxitos también eran suyos.

 

Mientras tanto, estudiaba para sacarse el carné de conducir, leía a Camus, a Lorca, a Platón, a Fromm y veía películas como Forrest Gump, El club de los poetas muertos o La profecía IV. Su dieta cultural era tan rica como su vida interior. El 10 de mayo de 1995, en su trigésimo primer cumpleaños, celebró con sus compañeros de trabajo en la Cafetería Donnino, justo después de haber trabajado con dedicación en la Junta Electoral de Zona, colaborando en la preparación de las elecciones municipales.

 

Aquella primavera de 1995 también fue un reencuentro con Melegís, donde pasó la Semana Santa escribiendo en su agenda, revisando álbumes familiares, paseando con su tío Marcelino, acudiendo a misa, bailando sevillanas con su hermana y debatiendo sobre política local con amigos como Antonio Morillas y Joaquín Montosa. De vuelta en Huelva, su vida seguía el compás del trabajo judicial, las tertulias culturales, el estudio, los paseos por el barrio Obrero y los encuentros en bares como El Trastero, Latino o el emblemático 1900.

 

Sus escritos reflejan un deseo firme de evolución personal: abandonar los malos hábitos, vivir con más coherencia, ganar en autodominio y comunicación. El 30 de abril de 1994 escribió: “Hoy quiero nacer de nuevo en esta tierra aún nueva y llena de posibilidades para mí”. Así, entre la enseñanza, la justicia, la poesía y los proyectos de vida, Miguel Ángel vivía su madurez con el alma encendida.

 

 

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