El legado milenario de las hortalizas en el Valle de Lecrín
El Valle de Lecrín, joya granadina entre la Costa Tropical y la Vega de Granada, no solo deslumbra con sus paisajes de naranjos y olivos, sino que guarda una historia agrícola fascinante donde las hortalizas son protagonistas. Este rincón, moldeado por siglos de intercambio cultural, es un testimonio vivo de cómo la agricultura ha unido civilizaciones.
Raíces en Al-Ándalus: el origen de un vergel
Durante la época de Al-Ándalus (siglos VIII-XV), el Valle de Lecrín se transformó en un edén agrícola gracias a los avanzados conocimientos de los árabes. Introdujeron sistemas de riego como las acequias, aún en uso en pueblos como Nigüelas o Dúrcal, que convirtieron tierras áridas en huertos fértiles. Estas innovaciones permitieron cultivar hortalizas traídas de lejanas tierras, dejando un legado que perdura.
La berenjena, por ejemplo, llegó a la península ibérica con los musulmanes. Su nombre proviene del sánscrito "vatin-ganah" y fue documentada en el siglo XI por el agrónomo sevillano Abu Zacarías, quien la describió en sus tratados agrícolas. Este cultivo encontró en el Valle un clima ideal, integrándose en platos tradicionales como el alboronía, precursor del pisto.
Las espinacas, originarias de Persia, fueron otra herencia andalusí. Los árabes las cultivaban extensamente, y en el Valle de Lecrín se adaptaron perfectamente gracias a la humedad de los bancales regados por acequias. Textos medievales como el "Tratado de Agricultura" de Ibn al-Awwam (siglo XII) ya destacaban su valor nutricional y versatilidad, siendo un ingrediente clave en la cocina nazarí.
De Roma al Medievo: coliflores y espárragos
Antes de la llegada árabe, los romanos ya habían dejado su huella en la región. La coliflor, originaria de Asia Menor, era usada en la antigüedad más como planta medicinal que alimenticia. En el Valle, su cultivo se popularizó durante la Edad Media, aprovechando los suelos ricos y el clima suave. Los escritos de Plinio el Viejo (siglo I) mencionan variedades primitivas de coles, que evolucionaron hasta las coliflores que hoy conocemos.
Los espárragos, por su parte, tienen una historia aún más antigua. Representados en frescos egipcios de 3000 a.C., fueron apreciados por los romanos como manjar y medicina. En el Valle de Lecrín, los espárragos silvestres crecían en las laderas, pero fue durante la época andalusí cuando se perfeccionó su cultivo en bancales, una práctica que aún se ve en zonas como Padul o Albuñuelas.
El Valle de Lecrín: un mosaico agrícola
El paisaje del Valle, con sus bancales escalonados y acequias milenarias, es un reflejo de su pasado. Durante el reino nazarí (siglos XIII-XV), la agricultura era un pilar económico, y las hortalizas convivían con frutales como granadas y cítricos, introducidos también por los árabes.
Los "Libros de Repartimiento" tras la conquista cristiana (1492) documentan huertos en el Valle donde se cultivaban alcachofas, lechugas y calabacines, mostrando la diversidad agrícola heredada.
La influencia árabe no solo se limitó a los cultivos, sino también a las técnicas. El uso de abonos orgánicos, la rotación de cultivos y los injertos, descritos por agrónomos como Ibn Luyun (siglo XIV), maximizaron la producción en el Valle, haciendo de sus tierras un modelo de sostenibilidad que aún inspira.
Un legado que se saborea
Hoy, las hortalizas del Valle de Lecrín no son solo alimento, sino portadoras de una historia que abarca desde el Antiguo Egipto hasta la Granada nazarí.
En mercados de pueblos como Lanjarón o Durcal, las berenjenas, espinacas y coliflores frescas evocan siglos de sabiduría agrícola. Platos como el potaje de hinojos o las ensaladas con productos de la huerta son un homenaje a esta herencia.
¡Descubre el Valle de Lecrín! Recorre sus acequias, visita sus huertos y degusta los sabores de una tierra donde cada hortaliza cuenta una historia. Participa en sus fiestas agrícolas, como las de Nigüelas, y déjate sorprender por un legado que une pasado y presente.