Bailes y Danzas del Valle de Lecrín (Siglos XVI al XIX) 💃🎶
Siglo XVI: Fusión y Resistencia Cultural
El siglo XVI en el Valle de Lecrín fue un crisol de culturas, un período de profundos cambios que se reflejaron en sus danzas. Con la expulsión de los moriscos y la posterior repoblación, las tradiciones se entrelazaron, pero la esencia de lo local persistió. Aquí ya se bailaba la Fiesta de los Mosqueteros del Santísimo Sacramento en Béznar, una celebración emblemática que incluye un ceremonial desfile y el solemne "baile de la bandera" por parte del Teniente, mostrando la profunda raíz dancística en sus festividades. Además, las danzas moriscas adaptadas, que conservaban la vivacidad y el misticismo de sus orígenes, se mantenían vivas en la intimidad de las comunidades, siendo parte fundamental de las celebraciones populares y familiares del Valle de Lecrín.
Siglo XVII: El Legado de la Música Popular
En el siglo XVII, el Valle de Lecrín consolidó sus formas musicales y de danza. La música de cuerda resonaba en cada rincón, acompañando villancicos y los cánticos de los "rosarios de la aurora", que son procesiones cantadas donde la comunidad participaba con devoción y ritmo. Las serenatas y los remerinos, composiciones líricas interpretadas con instrumentación de cuerda, ya formaban parte de las celebraciones locales, invitando al movimiento.
Siglo XVIII: El Esplendor del Fandango y las Seguidillas
El siglo XVIII trajo consigo el auge de bailes que se convirtieron en el alma de la fiesta. El fandango reinaba en el Valle de Lecrín, con su energía contagiosa y sus diversas variantes locales, ideal para el lucimiento en pareja y en grupo. Las seguidillas también eran protagonistas, con su ritmo inconfundible que invitaba a todos a participar en las celebraciones.
Siglo XIX: Jotas, Malagueñas y la Semilla Flamenca
El siglo XIX marcó la riqueza y diversidad del folclore en el Valle de Lecrín.
Las jotas, con un estilo inconfundible y autóctono como la "Jotica de Alomartes", eran bailes llenos de alegría y picardía.
La malagueña, una danza vibrante y arraigada en el fandango, se bailaba con pasión en todas las festividades, especialmente durante la Navidad.
Además, las danzas populares del Valle de Lecrín ya contenían esos elementos que germinarían en el futuro del flamenco, mostrando la evolución constante de su arte.
El Valle de Lecrín, un tesoro de tradiciones, ha sabido mantener viva la llama de su patrimonio dancístico a lo largo de los siglos. ¡Cada paso y cada nota cuentan una historia de su gente! ✨
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