Aquí os dejó dos nuevas leyendas moriscas ambientadas en Albuñuelas, entre el rumor de las acequias, el susurro de las montañas y el eco de las casas encaladas. Ambas son distintas: una más mágica y otra más simbólica, pero las dos hablan de resistencia, memoria y misterio.
1. La tinaja del agua que nunca se vaciaba
Barrio Bajo – siglo XVI
Durante los años más duros de represión, cuando los cristianos nuevos eran vigilados y la Inquisición llegaba con listas,
vivía en una casa pequeña del Barrio Bajo un hombre llamado Yahya,
aunque oficialmente lo llamaban Juan el Aguador.
Tenía una tinaja de barro grande, heredada de su abuelo.
Estaba rota por fuera,
pero cada mañana, cuando sacaba agua para sus hijos,
la tinaja estaba llena.
Siempre.
Nunca se la vio subir a la fuente, ni cargar cántaros.
Pero repartía agua entre los vecinos cuando escaseaba.
Un día, una vecina preguntó:
—“¿De dónde viene tu agua, Juan?”
Él respondió con calma:
—“De quien no la olvida.”
La mujer pensó que hablaba de Dios.
Pero esa noche, vio una figura bajar al patio, arrodillarse ante la tinaja, y rezar en dirección al este.
No dijo nada.
Pero cuando Yahya murió, la tinaja se secó para siempre.
Hoy, hay quien dice que, si tocas una tinaja antigua en Albuñuelas con respeto y fe,
puedes sentir una gota…
aunque no la veas.
2. Las piedras que susurran
La Loma – siglo XVI
Se cuenta que en una curva de los caminos altos de La Loma,
donde las piedras blancas se asoman al barranco,
hay un lugar donde los moriscos enterraban libros prohibidos.
Coranes, poemas, recetas de medicina y secretos de los astros.
Las envolvían en tela, las protegían con piel de cabra,
y las enterraban bajo piedras planas, con una marca grabada:
un círculo dividido en cuatro partes.
Los cristianos que vinieron después pensaban que eran señales del diablo.
Pero las mujeres sabias del pueblo decían:
—“Son voces dormidas.
Si te sientas ahí en silencio, y cierras los ojos…
las oyes.”
Hoy, algunos vecinos mayores dicen que hay una piedra concreta, cerca de un viejo algarrobo,
que si la tocas con la mano izquierda,
y le cuentas un secreto,
te devuelve otro.
Uno de otro tiempo.
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