El maestro José Villena Molina

 José Villena Molina (1933–2009):

 Maestro del saber y la memoria viva de El Padul

En cada pueblo hay personas que se convierten en faros, en guardianes de la historia y en transmisores de valores. En El Padul, ese hombre fue José Villena Molina, nacido el 31 de enero de 1933 en el seno de una familia humilde de labradores. Su vida fue una lección constante de dedicación, amor por su tierra y compromiso con la cultura y la educación. Falleció el 22 de noviembre de 2009, pero su legado permanece más vivo que nunca.

Un maestro con alma de pueblo

José Villena no fue solo un maestro por profesión, sino por vocación y corazón. Tras cursar estudios de bachillerato en el Ave-María de Granada y en el Sacro-Monte, y un breve paso por la carrera de Derecho, encontró su verdadera senda en el Magisterio. Ejerció su labor docente en distintos pueblos granadinos —Murchas, Gualchos, Restábal—, pero fue en El Padul, a donde llegó en 1965 destinado al Patronato María Estrella, donde sembró raíces profundas y donde dio lo mejor de sí mismo.

En las aulas enseñó Geografía, Historia, Lengua y Literatura, pero sus lecciones iban más allá de los libros: educó en valores, en el respeto a la identidad, en el amor a lo cercano.

Cronista del alma paduleña

Consciente de que las pequeñas historias son las que construyen la gran Historia, José Villena se convirtió en cronista del diario Ideal durante casi cuatro décadas. Desde los años sesenta, fue el encargado de dar voz a los acontecimientos locales, relatando con precisión, cariño y sentido del humor la vida cotidiana, los logros, las celebraciones, los problemas y los cambios sociales de su pueblo.

Aquellos "sueltos" periodísticos que comenzaban con frases tan populares como “niño, manda un suelto al periódico”, se transformaron en auténticos tesoros de la memoria colectiva, conservados por generaciones.

“El Padul: Crónicas de Medio Siglo”

En el año 2002, fruto del empeño de vecinos, amigos y del propio Ayuntamiento, se publicó su obra más significativa: El Padul: Crónicas de Medio Siglo. Este libro recopila una amplia selección de sus escritos en prensa, acompañados de fotografías y testimonios gráficos que retratan con fidelidad el alma del pueblo. No es solo un libro de crónicas: es un archivo emocional, un espejo de identidad y una lección de amor por lo nuestro.

Villena no solo dejó constancia de los hechos más relevantes —procesiones, inauguraciones, anécdotas vecinales o actividades culturales—, sino que reconstruyó la intrahistoria de El Padul: la vida cotidiana de posguerra, las costumbres, los oficios, los juegos infantiles, las penurias y las esperanzas de un pueblo que ha sabido mirar hacia el futuro sin olvidar su pasado.

También escribió otro libro que gustó mucho: "La mujer del emigrante ".

Religioso, familiar y cercano

Padre de tres hijos y abuelo de siete nietos, José Villena fue también un hombre profundamente religioso y creyente convencido. Su compromiso con la comunidad lo llevó a formar parte de la Asociación de Cabezas de Familia (de la que fue primer presidente), a colaborar con la O.J.E., y a participar activamente en actos religiosos, lúdicos y culturales.

Tenía un estilo sencillo pero cargado de profundidad, capaz de emocionar y de hacer reflexionar. En sus palabras siempre latía un profundo amor por su tierra, por sus gentes y por la educación como pilar de futuro.

Su legado

Hoy, quienes tuvimos la suerte de leerlo o de aprender a su lado, sabemos que José Villena fue más que un maestro: fue memoria viva, fue cronista del alma paduleña, fue voz y conciencia colectiva. 

Su libro, sus artículos, sus intervenciones públicas, siguen siendo una herramienta imprescindible para comprender quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde queremos ir.

Porque como él mismo decía y como recordó Andrés Cárdenas, redactor de Ideal:

"Los pueblos que no conocen su pasado están condenados a la ignorancia y a parodiarse a sí mismos."

Gracias, maestro Villena, por enseñarnos a mirar con ojos nuevos nuestra historia. Gracias por no permitir que El Padul olvide sus raíces.